¿El oro en los Panamericanos de Lima tuvo un significado especial, teniendo en cuenta la lesión que sufrió?
Fue una medalla difícil. No esperaba luchar tanto por ella porque en el Campeonato Panamericano de Mayores de pesas en Guatemala, que se disputó en abril, obtuve tres medallas de oro e impuse tres récords. Sin embargo, el 11 de mayo sufrí una lesión en una muñeca que me impidió entrenar hasta el 24 de junio. Fue un mes y medio sin preparación. Además, cuando empecé a entrenar, las marcas no se veían y nada se daba. Fue ahí cuando le pedí a la Federación Colombiana de Pesas que me consiguiera un tiquete de regreso al país porque no me sentía en condiciones. Finalmente, faltando tres semanas para la competencia, empecé una nueva terapia que me ayudó a recuperar la muñeca y si bien no hacía mis mejores marcas, pude competir, pelear con los grandes y ganar la presea dorada luego de alzar 385 kilogramos.
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Cuando sufrió la lesión, ¿vio lejos el sueño dorado o mantuvo la fe intacta?
Un poco. Mi sistema de entrenamiento estaba diseñado de tal forma que no tocara mis mejores marcas, es decir, trabajaba con pesos livianos y luego en competencia salían pesos muy altos. Hasta ahí, todo estaba intacto, pero por el dolor que sentía, hubo un día en el que dije: ‘no voy más, no habrá oro para Colombia porque no voy a competir en los Juegos’. En ese momento, los consejos de mi entrenador y el impulso de mi familia llevaron a que sintiera mejoría en las muñecas, tanto así, que el día de la competencia me enfoqué en que ya esos pesos los había tocado, me llené de energía y fe, lo hice y gracias a Dios, todo salió.
¿Qué papel ha jugado su familia y entrenadores para esta carrera tan exitosa con tan solo 21 años?
Han sido y son muy importantes. Aunque somos una familia que viene de abajo, de un barrio popular en el municipio de Cartago, e incluso vivimos en el campo, ellos me han apoyado y enseñado lo relacionado con la moral y la ética. Y es que, en realidad, sus consejos son los mejores. Además, siempre han estado ahí. Por ejemplo, mi primer entrenador no solo me enseñó a levantar una pesa, sino que también me inculcó valores, a ser persona y a ser humilde. De hecho, gracias a eso he podido incursionar en el alto rendimiento. Soy una persona responsable, que sueña, se pone retos y muy profesional a la hora de competir. Sin lugar a dudas, puedo afirmar que mi familia y mis entrenadores me han ayudado mucho.
¿Cómo incursiona en el levantamiento de pesas y en qué punto decide adoptarlo como estilo de vida?
Nací en Cartago, pero mis padres se fueron a vivir al campo. Allí, en 2004, en la finca donde estábamos, solo entraban tres canales. Casualmente, estaban transmitiendo los Juegos Olímpicos de Atenas y tuve la oportunidad de ver una competencia de levantamiento de pesas. No tenía idea de qué era, pero me gustó. Entonces en 2007, por cosas de la vida pasé por el Coliseo de Pesas y me topé con un entrenador de iniciación que nos dijo a mi hermano Émerson y a mí que si queríamos entrenar. No lo pensamos dos veces y arrancamos. Quedé superenganchado porque se me vino a la cabeza ese recuerdo de la competencia que vi en Atenas 2004 y quería saber cómo era todo. Eso sí, todo empezó como un simple capricho de niño. Ya en 2011, cuando falleció mi hermano mayor, empecé a ver las cosas de una manera distinta y dije: ‘voy a dedicarle todas mis competencias’. En ese punto comencé a trabajar por una meta y en 2014 incursioné en el alto rendimiento.
¿La muerte de su hermano le ayudó para fortalecer la parte mental, que es crucial en este deporte?
Sí. En las pesas es 60% cabeza y 40% cuerpo. Es un tema muy importante porque siempre que me subo al podio, sea nacional o internacional, le dedico mis triunfos. El día que falleció, le dije que el sueño era dedicarle una medalla olímpica y para eso trabajo día a día.
¿Qué falta para conseguir el cupo a los Olímpicos del próximo año?
Se vienen dos competencias importantes para sellar esa clasificación tan soñada. Debo hacer un excelente Campeonato del Mundo en Tailandia y el próximo año hacer un muy buen Campeonato Panamericano de Mayores en Santo Domingo. Si lo consigo, espero estar dentro de los cuatro pesistas colombianos elegidos para ir a las justas olímpicas.
A pesar de su corta edad, ¿ya es consciente de la responsabilidad que tiene como referente a nivel nacional?
Mucho. De hecho, esa presión casi me juega una mala pasada en los Panamericanos porque la gente no sabía de mi lesión e igual exigían el oro. Entonces, si no lo ganaba, iba a quedar mal ante el país. Sin embargo, ya aprendí a manejar mejor esa situación y con una mayor responsabilidad.
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Una queja constante de algunos deportistas gira en torno a la falta de apoyo. ¿En su caso también aplica?
Claro. Esto se maneja de la siguiente forma: para recibir apoyo de Coldeportes y del Comité Olímpico, tuve que ser medallista de oro mundial. A partir de ahí, empecé a ver respaldo de ellos, es decir, fui campeón mundial de menores por mi cuenta. Allá, llegué solo. Entonces es difícil, porque si no nos apoyan en la escuela, no vamos a surgir. Se debería apoyar a los chicos desde abajo para que no se pierda ese talento. He visto campeones panamericanos de categorías menores retirarse por falta de apoyo.
¿Hay alguna manera de cambiar esa realidad?
Estamos buscando con la empresa privada, pero es complicado. Ahora la esperanza está en el Ministerio del Deporte. Ahí puede que los recursos lleguen un poco más fácil.
A pesar de esos problemas, ¿diría podemos contar con su oro en Tokio?
No prometo oro, ni prometo medalla, solo prometo una muy buena presentación que le entregue una gran alegría al país.
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