Clásico del islam en San Petersburgo. Las dos cenicientas del grupo B abrieron la zona, sabiendo que el milagro de la clasificación solo sería posible si ganaban en el encuentro entre ambos, antes de chocar contra las poderosas España y Portugal.
Por cartel, Marruecos tenía mayor obligación, a juzgar por la calidad de sus jugadores. Así, quiso imponer condiciones desde el vamos y por poco consigue el primer gol en los veinte minutos iniciales, pero la nerviosa defensa iraní se las arregló para resistir, sacando la pelota en la línea.
Luego del shock del debut, Irán se fue asentando en el terreno. El libreto asiático era esperar y contragolpear con mucha gente y lo hizo. En varias jugadas, el conjunto asiático quedó con superioridad numérica en los contraataques, pero la falta de calidad técnica se evidencio, desperdiciando varias ocasiones.
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En la segunda mitad, la partitura fue igual. Marruecos con la pelota, sin profundidad y daba la sensación de que el gol de Irán estaba más cerca. Para colmo, varias interrupciones por lesión hicieron al juego anodino y soso.
El remate favoreció a los marroquíes, que sacudieron el estadio con una oportunidad de gol que ahogó el arquero persa. Sin embargo, la gran historia estaba por escribirse.
En la última jugada del partido, un autogol de Bouahdouz le dio el triunfo agónico a Irán. Inmerecido, pero emotivo.
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