Una final de aquellas. Temprano en el año, cuando apenas arrancan los motores, dos colosos colombianos midieron su pulso en el estadio Atanasio Girardot, buscando el primer campeón del año en la Superliga.
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El máximo escenario paisa se abarrotó, con una gran entrada y un tifo verdolaga que metía miedo desde la periferia, pero adentro ninguno de los dos equipos evidenció temores.
Jorge Almirón jugó al suspenso hasta el último minuto, escondiendo sus cartas y saliendo con una alineación que nadie esperaba y por defecto, ofensiva. En el medio del campo, Diego Arias volvió a la zona titular para brindar seguridad y permitir que Gonzalo Castellani y Vladimir Hernández manejaran la pelota.
Adelante, el pasillo derecho era exclusivo de Jeison Lucumí, mientras que por el centro y por izquierda rotaban Dayro Moreno y Andrés Rentería.
Por su parte, Millonarios presentó un equipo menos audaz pero más lógico. Santiago Montoya Muñoz fue desde el vamos como engancha clásico, juntando a Ayron Del Valle y Roberto Ovelar en el eje de ataque, algo que potenció al goleador del último campeonato de liga.
El juego comenzó vertiginoso y Nacional se hizo dueño del trámite, perforando y llevando peligro en cada jugada. El medio del campo y la delantera se mostraron lucidos para desarticular la defensa albiazul, que hizo agua y sufrió más de la cuenta.
Los centímetros y las atajadas de Wuilker Faríñez hicieron lo que pudieron por 20 minutos, pero en el veintiuno vacunó Andrés Rentería. El delantero aprovechó un pase profundo y definió con el pie abierto, dejando sin reacción al guardameta venezolano.
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La ventaja era merecida y el Verde paisa no bajó el pie del acelerador. El juego fluido emocionaba a la tribuna y disminuía a un rival sin reacciones.
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El paraguayo Roberto Ovelar no se amilanó y sin juego inventó un giro y un remate de izquierda, luego de que su compañero de ataque le bajara el balón. El ‘Búfalo’, de zurda, la clavó en el rincón derecho de Fernando Monetti.
Empate a un gol en el mediotiempo, dejando atrás el soso partido de ida en el que lo más emocionante fueron las patadas de uno y otro equipo. En la vuelta había fútbol y emociones, pero las más fuertes estaban por llegar.
La intensidad del conjunto antioqueño no se bajó en el inicio de la etapa complementaria. Al contrario, Nacional hacía méritos para irse arriba una vez más, pero la eficacia fue su punto débil.
Millonarios resistía ordenado, pero sabiendo que los verdes parecían en una noche inspirada. Sin embargo, el más iluminado de la noche era Ovelar y lo iba a demostrar en el minuto 66 de juego.
De más de treinta metros, tras un error en la salida de los verdolagas, el paraguayo no lo pensó dos veces y pegó un sablazo que encontró adelantado al arquero Monetti. Golazo que pagó la boleta, o al menos el rating de los hinchas embajadores, que no estuvieron presentes en el Atanasio Girardot por disposición de las autoridades.
Golpazo al mentón de Nacional. Los locales quedaron groguis y les costó ponerse de pie. Mareado el rival, los albiazules se envalentonaron y mostraron el oficio que los coronó en la más reciente Liga Águila.
Pese a eso, Nacional tuvo sus chances para empatarlo, errando debajo del arco. La gente se fue fastidiada a su casa, sin darle mérito al buen juego que por muchos pasajes del partido mostró el equipo de Almirón.
Mientras tanto, el trofeo viajó a Bogotá en manos de un Millonarios que se acostumbró a ganar. El título, ofrecido al ausente Miguel Ángel Russo, llena de confianza a un equipo que más que fútbol, demuestra mística.