Cultura

‘Mugre rosa’, una distopía que cuestiona nuestra relación con el medio ambiente

* La escritora uruguaya Fernanda Trías nos presenta una novela no muy lejana de lo que estamos viviendo como planeta

Fernanda Trías, autora de Mugre rosa
Cortesía

Mugre rosa se terminó de escribir antes de la expansión del COVID-19, pero su publicación durante la pandemia le da aires de premonición. En esta novela, Trías nos cuenta la historia de una mujer que pasa sus días cuidando de un niño con síndrome de Prader-Willi, que lo lleva a comer sin control. Todo esto, mientras los alimentos escasean y no es posible pasar mucho tiempo en las calles luego de que una neblina tóxica rojiza se levantara del mar. Esto fue lo que nos contó la autora.

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Mugre Rosa se refiere a dos problemáticas, una ambiental y de salubridad (externa), y otra personal, frente a las relaciones que se desgastan sin remedio. ¿Cuál de estas dos cree que aquejan en mayor medida a nuestra narradora?

Las dos son importantes. Una implica un duelo personal y la otra implica un duelo colectivo. La protagonista atraviesa unas pérdidas afectivas que transforman su mundo, pero que a su vez están enmarcadas en la pérdida de un mundo tal como lo conoció, anterior a la catástrofe ambiental. La pregunta sería qué tipo de reconstrucción es posible (si acaso es posible) en ese contexto.

El hecho de cuidar a un niño enfermo puede resultar en un trabajo mental y emocionalmente demandante según el caso. ¿Qué nos dice ese cuidado a Mauro en un momento donde todo se está derrumbando sobre la protagonista?

El vínculo con el niño enfermo es justamente el lazo “salvador”, eso que la mantiene viva, o al menos “viviendo”. Es un lazo de ternura y de amor incondicional, justamente lo que escasea en el mundo actual. En un contexto de catástrofe, el cuidado del otro y la solidaridad son vitales. Nos recuerdan que somos humanos.

El fenómeno que vemos en la historia, de la neblina tóxica y el residuo que arruina los alimentos, es algo que de cierta forma ya existe en algunos lugares del mundo. ¿Se inspiró en algún caso puntual?

Me inspiré en la realidad, sí. Pero no creo que sea algo que está pasando “en otro lado”, sino aquí y ahora. Ha llegado el momento de cuestionarnos cómo nos relacionamos con el medioambiente y cómo tratamos y consumimos a los animales. Pensar que es posible vivir por fuera del ecosistema, como si fuéramos algo “separado” de la naturaleza, es lo que nos ha traído al punto en el que nos encontramos hoy. La mugre rosa, por otra parte, es algo que se consume y se ha consumido desde hace décadas (en algunos lugares luego se la prohibió), pero también consumimos pesticidas y sustancias tóxicas a raudales. Y lo paradójico es que vivimos en una sociedad que defiende “lo sano” como modo deseable de vida, mientras por todos lados se fumigan las aguas y los alimentos.  

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Entre líneas, se siente una leve crítica a los gobiernos y su manejo de las crisis sanitarias, así como a las grandes compañías que venden alimentos insalubres, ¿fue intencional?

Con respecto a la crisis sanitaria, cuando terminé de escribir la novela aún no había comenzado la pandemia del covid-19, entonces no estaba pensando en todo lo que hoy sabemos. Pero igual ya habíamos visto suficiente sobre cómo a los gobiernos les interesa más la máquina de producción capitalista que las vidas humanas. Sí, tengo una postura crítica, pero ¿quién no la tendría? Solo hay que mirar alrededor. Lo curioso es que luego la realidad se terminó pareciendo aún más a la ficción de Mugre rosa

<strong>«Ya habíamos visto suficiente sobre cómo a los gobiernos les interesa más la máquina de producción capitalista que las vidas humanas. Sí, tengo una postura crítica, pero ¿quién no la tendría? Solo hay que mirar alrededor».</strong>

Entre capítulos tenemos una serie de diálogos sueltos que, de alguna forma, nos proponen el tono de lo que sigue en el texto, cuéntenos más de estas conversaciones como conectoras en la historia.  

Quería que toda la novela tuviera una atmósfera un poco onírica, desdibujada, gaseosa, al igual que la niebla omnipresente que borronea los contornos y no permite saber cuál es el límite de las cosas. Que ciertos sentidos quedaran velados. Estos fragmentos más poéticos, o diálogos sin hablantes, ayudaban a generar esa sensación, como voces de la vigilia que se cuelan en los sueños. Y también por el trabajo con la memoria, la memoria ¿cómo funciona? Los recuerdos son fragmentarios, hay trozos que llegan como flashes, hay lagunas, hay otras zonas que permanecen inaccesibles.

Visualmente, Mugre rosa ofrece bastante material como para ser llevado a la pantalla, ¿se lo ha imaginado allí?

Como dice uno de los personajes de la novela: “soñar es gratis”.

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