En 1865, Lewis Carroll le entregaba al mundo Alicia en el país de las maravillas, una de las obras cumbre de la literatura universal y de los mayores referentes cuando de fantasía se habla. Treinta años después, H.G. Wells daba a conocer La máquina del tiempo, pilar de la literatura de ciencia ficción en la que se plantea la creación de un artefacto que permite los viajes entre pasado, presente y futuro. En 1950, C.S. Lewis empezaba la publicación de la serie Las crónicas de Narnia, en la que un grupo de jóvenes logra transportarse a un mundo lleno de magia, seres increíbles y muchas aventuras gracias a un portal oculto dentro de un ropero. Y cómo olvidar que, en 1985, el director de cine Robert Zemeckis recreó en Volver al futuro una realidad en la que un automóvil DeLorean era capaz de moverse a través del tiempo.
PUBLICIDAD
Sí, la fascinación por pasear a un ritmo diferente al de las manecillas del reloj y por explorar universos únicamente al alcance de la imaginación es pieza fundamental en nuestra narrativa, en nuestro ADN. Y seguramente fue ese el motor para que el escritor español César García Muñoz escribiera El maestro de las brumas, la primera entrega de la serie fantástica Niebla y el señor de los cristales rotos, que llega a las librerías de Colombia gracias a Panamericana Editorial.
La historia nos lleva a 1939, a una Praga recreada en un mundo paralelo en el que la magia es protagonista y conviven brujas, hechiceros, gigantes y gatos muy peculiares, entre otras criaturas asombrosas. Es allí a donde llegan Nina y Hans, dos chicos del mundo que habitamos y que son llevados por su amigo Niebla a este terreno en donde lo único posible es lo inesperado. Este lugar peligroso y desconocido es el Reino de los cristales rotos, un espacio en el que rondan la muerte y el dolor bajo el gobierno de Lord Dark y sus capas negras.
Además de la travesía que vivirán estos personajes, también conoceremos a un par de hermanas que, en el mundo real del 2019, van pasando las páginas de un libro que un hombre extraño les entregó y que cuenta lo que también como lectores estamos conociendo. Este par de narraciones se intercalan para llenarnos de incógnitas que se resolverán capítulo a capítulo y en los siguientes tomos de la serie (o quizá solo terminen abriendo la puerta a más interrogantes).
Para empezar, quiero mencionar que géneros como este o como la ciencia ficción también pueden ser la excusa perfecta para poner sobre la mesa temas de importancia en la realidad, y esta historia no es la excepción. César García Muñoz habla de sistemas que oprimen y no se preocupan por sus pueblos, de lo peligroso que resulta regirnos por la codicia y las ansias de poder, y también de la importancia de aceptar al otro sin poner como barrera sus diferencias. Situaciones muy cercanas al día a día que vivimos y diálogos que debemos tener más a menudo.
El autor presenta una novela ágil, sencilla, divertida, con toques de acción y un grupo de personajes entrañables del que es fácil encariñarse, especialmente un gato de capa y botas que termina por convertirse en la estrella de la película, sin opacar a cada miembro de un grupo de seres que crecen, se equivocan y aprenden como cualquier humano.
Esta es una elección recomendada para lectores jóvenes y para aquellos que quieran iniciarse en el género de la fantasía. Estamos ante un pase de abordar para irnos de viaje a un universo en el que encontraremos mucho de cada uno de nosotros y que se convertirá en un respiro al encierro y la rutina que nos tocan. De igual manera, vamos a sumergirnos en un sistema de magia con poderes, reglas e incluso terminología propia, con los que será más fácil conectarnos gracias al vocabulario y el mapa que acompañan esta edición, ayudas tremendas a la hora de familiarizarnos con el camino que vamos recorriendo.
PUBLICIDAD
Y lo mejor llega con el final: uno cierra el libro sin saber qué está pasando, con las emociones a tope y una necesidad indescriptible de tener a la mano el volumen dos para poder seguir acompañando a Niebla, Hans, Nina y los demás en la aventura que apenas comienza…
Por: Esteban Parra
