Algo no encaja. Mientras las autoridades en Bogotá afirman que los delitos han disminuido (excepto el robo de bicicletas), la percepción de inseguridad entre los ciudadanos es la más alta en años. Lo de las bicicletas roza ya en lo inaudito, siempre al alza: una salida a pedalear, un robo. Los ladrones andan en combo para coger varias de un totazo, como si estuvieran pescando, y se han vuelto expertos en marcas, precios y modelos. Un poco más de sofisticación y les da para armar un equipo para el Tour de Francia.
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Pero al punto: la percepción. Percepción es la forma en la que el cerebro interpreta algo a través de los sentidos, y en el caso concreto de la capital lo que dice la situación es que, por alguna razón, mientras la ciudad es más segura que antes, quienes vivimos en ella (ocho de cada diez, según un estudio) sentimos que en cualquier momento algo malo va a pasarnos.
Entiendo que es fácil que los humanos nos dejemos llevar por la masa y los chismes y empecemos a repetir como loros lo que le oímos al de al lado, pero es que basta con hablar con cualquier vecino o visitar cualquier red social para toparse con una historia, una denuncia, un video sobre como los delincuentes se llevaron tal o cual cosa. A que se metan a nuestras casas o nos aborden en la calle más allá de que vayamos a pie, en carro o cualquier otro medio de transporte ya estamos tristemente acostumbrados, pero es que ahora hasta en internet. Según una empresa de ciberseguridad, el año pasado hubo en Colombia siete billones de intentos de ciberataques; no todos con éxito, claro. Es que están desbocados. Todas las semanas escriben desde direcciones inventadas con excusas descabelladas para que pinchemos en algún link, la carnada más usada para poder entrar a nuestros dispositivos y quedarse con toda nuestra información.
Y aunque hablo de robos apenas, de sacarnos el dinero y objetos de valor sin hacernos daño físico (solo económico y emocional, que no es poco), lo cierto es que a veces van solo por lo material y terminan quedándose hasta con nuestra vida; es que acá las personas valemos muy poco, a veces ni lo que cuesta un celular usado. A raíz de la búsqueda de Sara Sofía, el caso de desaparición infantil más mediático de los últimos tiempos, se han hecho hallazgos macabros. En uno de ellos, entre la maleza y las basuras del río Bogotá, hallaron el cuerpo de un hombre de edad mediana sin orejas y sin uñas, en lo que se supone fue un caso de tortura y asesinato. En el otro, encontraron una fosa común con veintiséis cuerpos. Por eso hablaba de robos “apenas” al comienzo de este párrafo, porque la industria de la delincuencia es tan poderosa que puede hacer con uno lo que se le dé la gana y borrarnos de la faz de la tierra, sin remordimiento y sin consecuencias.
Yo no sé si será apenas un caso de percepción ciudadana y, en efecto, los índices delincuenciales han disminuido, o si, por el contrario, la ciudad esté desbordada de crimen y quienes la administran no quieren ver la realidad; de lo que sí estoy seguro es de que estamos cansados de todo. Tenemos agotamiento, miedo y desesperanza porque esto tiene pinta de empeorar antes que mejorar. Todo parece estar a punto de explotar, la economía, la inseguridad, la pobreza y la crisis social. Sin duda, la pandemia ha agravado todo en Colombia, pero, no lo duden, no es la pandemia lo que nos tiene jodidos.