Ocurre que al manejar a veces nos pasa eso de hacer la maniobra indicada, la que sabemos realizar desde siempre, que es cambiarnos de carril en una vía. ¿Qué complejidad puede haber en esa acción? Es cuestión de alistar los sentidos, mirar los espejos y listo. Sencillo.
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O estacionar en el parqueadero que, por suerte, nos tocó en el edificio en el que vivimos. Ahí estamos con el exhosto humeante del carro en neutro, pensando en aquellos pasos que damos todos los días para colocar el automóvil en su cuna. La rutina no cambia porque en esos instantes ya sabemos qué movimientos hacer o qué maniobras realizar. Es parte de los actos mecánicos del universo.
En el fútbol pasa igual. Hay jugadas en las que, hasta el que como yo, que jugó mal, muy mal, indignando a la gradería colegial, entiende que tienen ciertas soluciones de siempre. No gambetear en el área propia –más si uno es tronco– sino reventar el balón hasta el desgarro muscular; salir a buscar el centro siempre para agarrarlo entre las manos o puñetearlo; no quedarse esperando que si ocurre un terremoto se nos caiga la portería en la cabeza.
Pero al igual que ocurre cuando manejamos o jugamos fútbol puede pasar que los objetos aparecen más cerca de lo que parece: que el punto ciego haga su estelar aparición y así, a pesar de las horas de vuelo, quedemos como inocentes bisoños que no contamos en la casa que rayamos el costado del carro con aquella columna del garaje que por primera vez en la vida y a pesar de estar enterrada e inamovible desde la construcción del edificio, pareció moverse.
La víctima de este fin de semana fue el paraguayo Gerardo Ortiz, arquero del Once Caldas y que no consigue cuajar buenas actuaciones desde la segunda fecha del torneo anterior donde le atajó todo a Millonarios. Ayer ese efecto ‘punto ciego’ lo volvió a condenar: saliendo a destiempo para buscar un envío desde el arco de Cuadrado que no pudieron rechazar dos compañeros suyos en el primer gol de Nacional. Pero digamos que sus defensas poco le colaboraron. El segundo gol sí es su condena.
Cepellini disparó al medio y a Ortiz le borraron un par de frames en la secuencia de trayectoria de la pelota, de lo contrario es inexplicable que se le haya escapado un balón que iba fuerte pero en esencia muy fácil de controlar.
Les pasa a todos: Goycochea, Fillol, Kahn, hace poco Faríñez contra el DIM… los objetos aparecen más cerca de lo que parece.