Sí, lo sé, no es una invitación habitual, sobre todo cuando se ha visto como algo horrible el hecho de renunciar, haciendo que muchas personas se embarquen el luchas sin sentido, que resultan muy costosas y dolorosas para su vida. Una decisión muy compleja, que requiere de mucha sensatez es precisamente la que nos reta a tratar de definir en que punto continuar y en que punto renunciar, y esto último no tiene nada de malo, siempre y cuando tengamos la tranquilidad de saber que actuamos con honestidad y tratamos de dar siempre un poco más de nuestro 100%
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Pero lo más importante es que podamos ver el hecho de renunciar no como un fracaso, sino simplemente como un cambio de rumbo que se hace necesario luego de aprender una lección. De forma tal que sin el peso de la culpa o la sombra de la frustración, podamos seguir avanzando hacia donde hayamos decidido recorrer nuestro camino.
De hecho, creo que es bastante liberador el poder renunciar sin culpa, es tan importante y prácticamente lo mismo a aprender a decir “no”. Por una parte, debemos estar preparados para renunciar a ciertas cosas que conocemos y vemos como comunes, habituales y/o normales, si queremos transformar el mundo, innovar en cualquier aspecto, crecer o evolucionar. Renunciar no es perder, es simplemente una manera de desaprender lo aprendido para conocer cosas nuevas.
Deberíamos atrevernos a renunciar a aquello que no nos gusta, que nos amarga la vida, que nos llena de estrés y distrae nuestra tranquilidad y armonía; también a esas actitudes, hábitos, costumbres y prejuicios que no ayudan a que nos relacionemos de una mejor manera con nuestro entorno y nos distraen de todo lo que somos y de la gran oportunidad de descubrir todo aquello que podríamos ser.
Lo que no sume, no permitamos que reste como decía hace unos días en un video de mi cuenta de Instagram (@zalman5K), y es eso que nos resta a lo que debemos renunciar, porque puede ser que por determinada situación eso hubiese llegado a nuestra vida, pero somos nosotros quienes tenemos la libertad de decidir si permanece o no.
A lo que no deberíamos renunciar es a nuestros sueños, nuestra convicción de grandeza y nuestras metas, tal vez debemos buscar otras maneras de alcanzarlas, entender que puede ser que necesitemos encontrar otros caminos por recorrer, pero esos sueños que mueven nuestra alma y nos impulsan a ser mejores, a ellos si debemos apostarle y jamás renunciar. Además que ese tipo de entrega y convicción nos ayuda a filtrar de una mejor manera no solo lo que hacemos, sino también las personas con quienes nos relacionamos, porque una cosa es que existan personas que no crean en tus sueños (es normal, no todas las personas estamos preparados para lo mismo), y otra muy diferente que quieran obstaculizarlos de forma consciente o inconsciente, en cualquier caso el resultado es el mismo y se hace necesario renunciar también a esas personas.
Renunciar, es declarar de manera directa y contundente, que te atreves a cambiar, que tienes la visión, determinación y fuerza para afrontarlo y descubrir nuevos rumbos, nuevos hábitos y por consiguiente, una nueva realidad. Dicho esto, ¿a qué vas a renunciar?