Opinión

La camiseta de Colombia

No nos gustó la nueva camiseta de la selección Colombia de fútbol. Y no es sorpresa: a los humanos no nos gustan los cambios, odiamos que nos saquen de nuestra zona de confort, que nos modifiquen nuestras rutinas y gustos. Rediseñe su casa, una revista, hasta un billete, y se le van a ir encima. Luego se van a calmar, porque así somos también, y terminarán aceptando sin chistar ese nuevo orden. No sé de qué nos quejamos, si nuestra vida no es más que una serie de gustos adquiridos a través de los años.

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Hace poco quisieron cambiar el escudo del Fútbol Club Barcelona y fue imposible. Bajo el hashtag #ElEscudoNoSeToca, la resistencia fue feroz. Y eso que lo que querían hacerle era dejarlo tal cual, solo retirando las siglas FCB. Fue imposible. Luego va uno a ver y el club catalán ha tenido en su historia diez escudos diferentes. De haber existido redes sociales en aquella época, el equipo seguiría con su primer modelo, que data de 1899. Vayan a verlo y piensen qué les parece. El escudo no ser toca, qué cosas con las mentes cuadriculadas.

En cuanto al nuevo uniforme de Colombia el lío no es que sea feo o bonito, sino los colores. No sé en qué momento nos creímos el cuento de que el amarillo, el azul y el rojo combinaban. Vea usted las banderas de los países, sus uniformes, vea la paleta de colores y cómo los mezclan en arquitectura, en la moda, en el diseño, hasta en los carros, y verá que amarillo, azul y rojo difícilmente pegan. El amarillo es un color poco frecuente, usado más que todo como complemento, y nosotros lo utilizamos como el gran protagonista. Desde ahí empiezan nuestros problemas: si queremos un mejor país tenemos que hacer algo con ese amarillo; entre otras, no mezclarlo con el rojo bajo ninguna circunstancia (va contigo, bandera de Bogotá). Van a decir que la de España también tiene amarillo y rojo, y sí, pero vean cómo combinan los colores en sus equipos deportivos: el amarillo si acaso aparece en uno que otro vivo, pero casi siempre le deja su espacio al azul.

 

Y encima hay que quitarse de la cabeza la simetría, que hace rato dejó de ser la norma en los uniformes deportivos. Vean lo que están haciendo las marcas que más venden: trasladando la informalidad de la ropa de calle a la deportiva. Igual, todo vuelve, es la única forma de sostener esta industria tan cambiante. Un día el amarillo es más tostado, después lo aclaran, luego usan cuello en V, después redondo, posteriormente cuello de solapa. Pantaloneta azul, medias rojas, vivos azules; uniforme suplente azul y luego rojo.   Y así sucesivamente hasta el fin de los días.

Yo creo que el tema del uniforme de la selección pasa más por ahí: en su afán de ponernos a comprar uno nuevo todos los años, se inventan lo que sea, a veces con buenos resultados y a veces no tanto. Antes, cuando no era una industria tan rentable, los clubes cambiaban de uniforme cada dos años, y las selecciones cada tres o cuatro; ahora es sagrado cada año. Y sacan uniforme titular, suplente, alterno, edición especial. Y ninguno es barato. Haga la tarea de ver cuántos uniformes ha tenido la selección en los últimos ocho años; es un escándalo.

Y siempre caemos, siempre compramos así al comienzo nos resistamos. Y no podemos simple y llanamente decir si nos gusta o no; tenemos que sobreactuarnos, hacer chistes, indignarnos; lo que sea con tal de mamar gallo un rato y no trabajar. Y después de tanta queja, tanta burla y tanto meme, terminamos mansos aflojando los billetes. No solo somos hinchas, somos clientes.

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