La vida poco a poco se nos ha enredado por escuchar más hacia afuera que hacia adentro, lo que convierte a la gran mayoría de la sociedad en un grupo de personas influenciables que aceptan lo que las redes, pastores, caudillos o similares les digan qué deben creer o las razones por las cuales deben indignarse y las diferencias por las que se debe mirar a otros con desprecio e incluso con un poquito de odio.
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Se nos enreda la vida por tragar entero, por no cuestionarnos, por no atrevernos a pensar, ya que es mucho más cómodo empeñar nuestro juicio y dejar que otros decidan, piensen y lo direccionen. Esto, que aplica en todos los niveles de la vida, termina por cortar cualquier posibilidad de progreso individual y obviamente social, ya que quienes viven sin cuestionar nada aceptan todo y dan por hecho todo, por eso matan su curiosidad, una de las fuentes principales de creatividad e innovación, impulso del desarrollo, progreso y crecimiento.
Escuchamos más hacia afuera que hacia adentro, y dentro de nosotros hay una pregunta que merece ser explorada: ¿acaso no podría estar mejor?
¿Eres todo lo feliz que puedes y mereces ser? ¿Lo que haces actualmente es el aprovechamiento del 100% de tus capacidades, talentos y cualidades? ¿Podrías ser un poquito mejor como persona para quienes te rodean? ¿Vives lo suficientemente tranquilo? ¿Realmente lo estás dando todo de ti?…
Somos seres ambiciosos, y eso bien manejado es fantástico porque nos reta a tratar de estar cada vez mejor, nos ayuda a entender que debemos superar lo que creemos que somos para lograr todo lo que podríamos llegar a ser, nos impulsa y nos mueve hacia donde antes no creeríamos lograr llegar. Pero habitualmente nos quedamos pensando en lo que no nos gusta o lo que nos falta, en vez de trabajar por todo lo que podríamos lograr.
Puede que haya muchas cosas que no nos gusten, y es normal; muchas otras quisiéramos que fuesen diferentes, pero no van a cambiar si nos quedamos en la crítica y no hacemos realmente algo. Si nos quedamos simplemente recibiendo como ciertas las opiniones de los demás, en vez de construir la nuestra, nos arriesgamos a quedarnos esperando a que todo nos llegue por arte de magia.
Es nuestra obligación demostrar que todo puede ser mejor, que podemos romper rutinas, patrones e influencias que nos enreden la vida y ser la mejor versión de nosotros mismos, marcando la diferencia con nuestro comportamiento –en vez de con nuestras críticas– y haciéndolo sin esperar nada a cambio, solo por el placer de ser diferentes e impulsados por el deseo de ser mejores día tras día.
Podemos ser todo lo que deseamos ser si nos atrevemos a actuar, a ser, a cuestionar, a pensar, a no tragar entero, a analizar y construir nuestro propio criterio y, por supuesto, a tomar conciencia para ser el cambio y con pequeños actos marcar la diferencia.
Y es ahí en donde está la clave, en disfrutar ser diferentes, en entrevernos a no hacer, decir y pensar como todos los demás, porque en el mundo ya hay demasiadas personas trabajando por dividirnos y ser amplificadores de odios, diferencias, prejuicios y mala energía. Por eso, en un mundo lleno de odio, tú simplemente sé amor. ¡Hazle el amor a la vida!