De ser real aquello del karma, me pregunto yo, oh, depredador autócrata, en qué habría tu alma de reencarnar. ¿Serías acaso un bolardo? ¿Serías ave de humedal? ¿Serías un extraterrestre, un chino, un marciano, una cancha sintética, o quizás un parque ‘lineal’? ¿Tomarías de súbito el cuerpo de una losa tipo troncal?
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Si fuese verdad eso de que el universo te retorna a la existencia, degradado o exaltado, conforme a tu historial… ¿en qué te correspondería renacer convertido a ti, que con semejante altivez has menospreciado a tus conciudadanos, la inteligencia humana, el planeta, la ciencia, la democracia, el entorno vivo, la educación, la Constitución y el patrimonio y que, por demás, has promovido un kilométrico etcétera de atropellos en nombre de una mentira disfrazada de progreso?
¿Cómo merecerías volver? ¿Transformado en barrera anticolados, en tapón de alcantarilla, en tubo Eternit, en falso diploma doctoral, en taquilla de Transmilenio, en vagón elevado, o más bien en estación del Regiotram? ¿En qué estimarían adecuado las leyes cósmicas de la compensación materializarte, como venganza o premio, para tu segunda venida? ¿En manual sobre economía naranja o en partida presupuestal? ¿En resolución para cambiar el uso del suelo? ¿En corifeo de la Agencia Nacional de Infraestructura o en consultor de la CAR?
¿Qué color adoptarías? ¿Serías verde? ¿Serías progresista? ¿Serías liberal? ¿Serías tren? ¿Tendrías piel de tono humo diésel? ¿Serías mingitorio público de metro subterráneo? ¿Serías estatua del mutilado parque Nacional? ¿Serías toro de la Santamaría? ¿Serías un humano razonable, o prevalecerías en tu intransigencia, para dejar nuestro porvenir sometido a tu obstinación autodestructiva y a tu tendencia incurable a no escuchar? ¿Reencarnarías en sigla? ¿En una ALO, un BRT, un POT, un crédito del BID, un IDTP, un IDU o, todavía peor, un Esmad? ¿Serías bot prepago o cuenta fake de Twitter? ¿Te transubstanciarías en cierta novedosa manera de prevaricar? ¿Serías TransMiCable, Movistar Arena, estudio amañado, usuario de Transmilleno, estadística alterada, orquídea del Jardín Botánico, frailejón reseco, margarita de pantano o, por qué no, lacayo del futuro tataranieto de tu imberbe escudero y ya aspirante a sucesor tuyo?
¿Remontarías tu camino metamorfoseado en fantasma del Bronx, en ejecutivo de Volvo, en Fernando Mazuera Tercero, en leñador posmoderno o en un cerro oriental deforestado? ¿Serías sendero ecológico ‘rompefuegos,’ alianza público-privada, prolongación de periodo o algún innovador y muy cruel timo por soportar? ¿O por designios metafísicos tomarías forma de pauta de prensa, de esas que andas financiando con nuestros impuestos, para acallar críticas póstumas?
Y no dejo de preguntármelo… ¿te haría el destino enmendar tus faltas encarnándote en un nogal próximo a ‘tala preventiva’ o en un oso de anteojos amenazado por tus ‘densificaciones’? ¿Revivirías de pronto, transfigurado en lago de la Van der Hammen, en frustrada revocatoria o en vecino desterrado de la Séptima? O quizás en habitante de Soacha, comerciante callejero, grafitero discriminado, paloma en plaza de Bolívar, línea férrea oxidada, afligido ciudadano, nacimiento de agua o incluso hasta en urbanista “de los de verdad”, que los hay estupendos.
Termino hincado, gritando y suplicante: quieran Vishnu, Bochica, YHWH, Bachué, Odín, Quetzalcóatl y demás deidades disponibles y responsables, lectoras fieles todas ellas, por supuesto, de esta columna, que nunca reincidamos en elegirte a ti, desvergüenza y azote de esta sabana… ni en esta ni en ninguna dimensión posterior. Hasta el otro martes… si la autodestrucción en curso así nos lo permite.