Roberto Burgos Cantor comenzó publicando relatos en los diarios del Caribe hasta 1981, cuando la recopilación de estos cuentos dio vida a su primer libro: ‘Lo Amador’, lo que marcó el camino literario del hasta entonces abogado. Seis novelas, múltiples historias cortas, cientos de discípulos y un ejemplo de disciplina nos quedan después de su fallecimiento a los 70 años este martes en la Clínica Marly de Bogotá, lejos de su Cartagena amada que siempre estuvo presente en su obra.
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En el 2011 tuve el honor de entrevistarlo en el marco de la Feria del Libro de Bogotá, y estas son algunas palabras que me dejó con un escritor maravilloso:
Muchos hablan de la dificultad de la novela, otros hablan del reto del cuento, usted ha sido prolífico en los dos campos, ¿con qué se queda?
Creo que me quedo con ambos como los infieles ambiciosos. El cuento le presta al escritor de novelas la mironería del instante, alguna revelación de la poesía. Con ello logra picos en la llanura. La novela le presta al cuento la voluntad empecinada, el hábito de los abismos.
Hablemos de su obra, ¿cómo fue para Roberto Burgos Cantor comenzar el camino de las letras de la mano de Zapata Olivella en la mítica revista Letras Nacionales?
Manuel, el generoso y solidario, hizo lo que un seguro maestro de natación: tirar al aprendiz al agua. Así comprometió mi honor al verme obligado a sortear el ridículo de quedarme en el primer acorde, en el solfeo. Desde esa ocasión me supe metido en un tremendo lío sin posibilidad de graduarme, ni de repetir. Empezando siempre.
Considero a Gracia Polo, la tercera en discordia de «El vuelo de la paloma», uno de los personajes más auténticos de su obra: ella es la anarquía que rompe con la «normalidad» de la vida de clase media de Ramón Caparroso. ¿Cree que estos personajes impredecibles son necesarios a la hora de escribir una novela; que el caos en la vida de un personaje es la semilla para contar las mejores historias?
Sí, sé que me enamoré de ella, quien prefirió irse al fin del mundo. Me encantan las mujeres que llevan lo revulsivo de la belleza, cables de cuántica en el bolso, lentes que al quitarlos las desnudan, palabras con las cuales apenas se oyen ellas mismas. Por lo menos surgen historias que descifran la mentira tramposa de la realidad.
Su narrativa es precisa y sus ambientes y personajes siempre son muy bien diseñados, sin embargo creo que a la hora de abordar un tema histórico, como lo hizo con «La ceiba de la memoria», la apuesta por esa construcción o reproducción de un universo fue mucho mayor; ¿cómo fue el reto con esta obra, por qué decide abordar la temática histórica y por qué en este periodo particular de la historia cartagenera?
Los escritores de ficción nos la pasamos asomados al fracaso, renovando la ambición. Parece que los nacidos en Cartagena de Indias, mi cangrejera, estamos marcados para alguna vez sacudirnos la historia. Ese período y su drama humano ha sido negado. Ponerlo a flote como pocos galeones me sedujo y me propuso la justicia escondida en las artes.
«Señas Particulares» nos muestra no a un escritor sino a un gran lector, a un apasionado de la lectura y la tertulia; ¿en qué ha ampliado su biblioteca o sus debilidades en los años posteriores a este ensayo/testimonio?
Con los años surge otro viejo oficio: releer. El lector de novelas y cuentos empieza a ver el hilo de la tradición y también algo que antes no le fue permitido, los destellos de la renovación y el porvenir. Pero soy curioso por saber el territorio en el cual me muevo. Ahora, después de gozar la piratería, estoy atento a las reflexiones sobre el Caribe, a los poetas brasileños, a los sobrevivientes del Este, a la cantera de los Diarios, a las nuevas traducciones de novelas rusas y francesas…
Para terminar esta breve entrevista, y aprovechando descaradamente su vocación de lector, recomiéndele a los visitantes de la Feria del Libro de Bogotá cinco títulos con los cuales no tendrán pierde…
La sorprendente novela de Antonio Skarmeta, Los días del arcoiris. La riesgosa novela de Mario Mendoza, Apocalipsis. El conmovedor ensayo de Tony Judt, Algo va mal. La tremenda expiación de Juan David Correa, Barro y silencio. La poesía completa de Osip Mandelstam.