Opinión

Fe

Es un sentimiento especial que aparece en el corazón del hincha cada vez que el fixture indica el comienzo de la liga local. Es probable que esa sensación empiece a modificarse y a partir de ese esquema sensorial, a partir de ese sexto sentido que única y exclusivamente es de portación oficial del fanático, uno es capaz de equivocarse de manera garrafal o de sentirse orgulloso porque a modo de Nostradamus se pudo ver el futuro antes de que se convierta en presente.

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Era 1992 y Millonarios, a través de su presidente Francisco Feoli, se jactaba de anunciar tres incorporaciones que iban a romper el mercado: Peter Méndez, que venía con pasado en el Mallorca español y selección de Uruguay; Jorge Manuel Díaz, volante 10 argentino procedente del fútbol de Austria, y Ariel Cuffaro Russo, zaguero central, también gaucho, insignia de Rosario Central en donde estuvo ocho temporadas como titular y muchas veces haciendo las veces de capitán.

En el colegio algunos amigos que conocían mi afición por El Gráfico me pidieron con urgencia referencias. Mi credibilidad periodística estaba impecable luego de que un año atrás vivimos la misma escena al arribo de un volante de creación a Millos llamado Raúl César. En ese instante mis compañeros de curso fueron a visitarme a mi pupitre como quien hace una larga procesión para que el dalái lama le conceda una respuesta para encontrarle un sentido a la vida. “Qué tal es Raúl César?”, fue la consulta. Yo, sabio adolescente, sentencié su destino: “Debieron traer al turco Apud, no a César. Raúl César no le calza un guayo a Ramoa”. El desastroso rendimiento del mediocampista me llenó de medallas.

Se dio de nuevo el rito, el de 1992. “Díganos algo de Jorge Manuel Díaz, de Méndez y de Cuffaro”, fue la frase que me llegó a mi asiento envuelta en un papel cuadriculado mientras tratábamos de poner atención a Oscar Rodríguez, futbolero como nosotros en plena clase de Química. Yo tomé la hoja y recuerdo que más o menos escribí: “El 10 es frío y talentoso. Fue campeón con Rosario Central. Le va a ir bien. Peter Méndez hizo pocos goles en España, pero acá será el 9 de referencia; tengan fe. Y ojo con Cuffaro: es un central con temperamento, fuerte, tiene gol, mucho corazón. Acá va a ser ídolo”.

Y lo que se escribe, escrito está. Ese papel me costó montadas eternas por cuenta de Cuffaro en aquel 7-3 contra Santa Fe y en otros partidos poco felices en los que no pudo demostrar su verdadera valía. Méndez y Díaz tampoco fueron capaces de darme una mano.

Que la fe mesurada nos sorprenda si Hauche la rompe con Millonarios, si Pedro Franco reencuentra su fútbol con el América, si la mente de Macnelly sigue brillando en el Cali… Todos tenemos derecho a ilusionarnos de acuerdo con las incorporaciones de cada club. El destino dirá si los presentimientos previos acertaron o si habrá que esperar una nueva ilusión individual dentro de seis meses.

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