Diego Maradona está desatado. A Rusia vino a hacer lo que más le gusta: figurar. Podría pensarse que es el fútbol, pero no hay tal, lo que desvive al exjugador es acaparar la atención. Luego de pelearse con la Fifa durante años, vive un romance con la organización luego de la salida de Blatter y el ascenso de Infantino, que le da licencia para ser Maradona al máximo.
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En el Mundial lo hemos visto montando en aviones privados dispuestos especialmente para él, comiendo en exceso, bebiendo vodka, bailando, hablando de más y, lo más reciente, siendo el protagonista del Argentina-Nigeria en San Petersburgo. Su figura es tan grande que mientras en la cancha el equipo lograba una clasificación imposible que quedará para la historia, el mundo hablaba de su presencia en la tribuna y de sus cambios de ánimo durante los 90 minutos. En lo que estuvo en el estadio posó como si fuera un semidiós, le tomaron fotos, entró en trance con el gol de Messi, insultó a aficionados nigerianos, se quedó dormido en pleno partido, fue retirado de la grada mientras lo sostenían y fue atendido por médicos.
Y el asunto es que Maradona no es un dios así lo traten como tal. Su genialidad en la cancha no tenía límites y cree que de eso puede vivir el resto de su vida. Y ni siquiera lo cree, lo está haciendo. El mundo no solo le permite a Maradona sus excesos, sino que se los celebra. Cada día está más degradado, más enfermo, más desdibujado, y nosotros parecemos no notarlo o sencillamente no nos importa; en vez de ayudarlo, parecemos preferir que nos divierta así se muera.
Es muy argentino eso de tener ídolos decadentes, pasa también con Charly García, por ejemplo. Los dos son tan especiales que su propia genialidad los ha condenado. Cuando vemos jugar fútbol al uno y oímos la música del otro, no solo disfrutamos, sino que desearíamos ser así. No se dejen engañar; mejor ser común y corriente y tener una vida promedio que experimentar el infierno de los extraordinarios.
A mucha gente le molesta en lo que se ha convertido Maradona, a mí más bien me da tristeza. Creo que Messi es mejor jugador, pero lo hecho por Diego en el Mundial del 86, sumado a todo lo que jugó en Boca, Barcelona y Nápoles, no tiene parangón. Incluso en Argentinos Juniors, época de la que quedan pocos registros gráficos, hizo genialidades y anunció lo que sería en el futuro. Al respecto les recomiendo un documental llamado Maradona, los años felices (está en YouTube), sobre su surgimiento y explosión en el club de La Paternal, cuando se dedicaba a jugar fútbol y nada más, lejos de las cámaras y las luces. Tremenda pieza.
Del gol de los ingleses en el 86 a material de memes: en eso se ha convertido Maradona. Y no hay que irse tan lejos. Hay una foto muy famosa del juego inaugural de España 82 donde el jugador lleva la pelota atada al pie izquierdo mientras seis belgas lo miran atentos, con la misma fijación con la que Forrest Gump miraba la pelota de ping-pong, esperando a ver qué hace. Ese fue su debut mundialista, y aunque esa Argentina decepcionó, el mundo pudo ver por primera vez la clase de futbolista que era. Es imposible que vuelva a serlo, eso está claro, nadie se lo está pidiendo; con que le baje al voltaje, tenemos.