Colombia es potencia en Suramérica a nivel de fútbol femenino y a nivel mundial nos miran con respeto. El fútbol femenino simplemente es una realidad que se ha hecho a punta de trabajo, tesón, amor propio y perseverancia. Mujeres futbolistas, algo tan fácil de decir pero que maneja una magia y encanto que vale la pena analizar.
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Brevemente les comparto esta historia: he tenido la oportunidad de hacer un par de cursos de dirección técnica de fútbol. Me ha servido para mi profesión de periodista y me ha servido para satisfacer una pasión de vida. Dentro de ese marco hace unos años trabajé en un colegio como director técnico de fútbol. Para las directivas de ese centro educativo el fútbol femenino era un tabú, algo prohibido, algo que no “contribuía a la buena imagen de sus alumnas”.
Afortunadamente las niñas de ese colegio tenían un pensamiento más progresista y con argumentos sólidos y consistencia lograron que nos dieran vía libre para el proyecto.
Era todo un reto, era empezar de cero a armar un equipo y luchar contra el primer obstáculo que se presenta con un equipo de mujeres: que no sean un grupo que va gritando como locas detrás de un balón mientras que se ríen, hay torpeza, se dan balonazos, caen al piso y se siguen riendo. Eso no es fútbol femenino, eso era recreo…
El segundo punto es hacerles entender que jugar fútbol no les quita ni un ápice de feminidad, al contrario, se ven más altivas. Y peor aún en ningún momento se puede asociar el fútbol femenino con el término: Marimacho. No pierden en ningún momento feminidad, se conserva la vanidad y a la hora de competir es con todo.
Cuando uno tiene al grupo con la conciencia futbolista hay que establecer varios parámetros para adaptar ciertas cosas. Ante todo la comodidad: Un brassier deportivo es un elemento tan importante como una canillera o un guayo. Segundo el tema del pelo: No se puede jugar con el pelo suelto, es lógico ¡No ven el balón! Una mujer futbolista debe llevar su pelo muy bien cogido a la hora del entreno o de la competencia.
La fundamentación técnica es la misma, la táctica es universal y no tiene diferencia de género. La magia del fútbol femenino se centra en la unión. Creo que es más fuerte el vínculo de equipo entre las mujeres que en los hombres. Manejan una unión especial y son unas “fieras” dentro del campo de juego. Poco o nada fijen lesiones o se tiran en el campo para engañar al juez. Hay casos de todo tipo, pero miren ustedes a las mujeres en cualquier ámbito y son más competitivas, protegen más su espacio.
Y desde los medios de comunicación hay que resaltar el apoyo de canales como Win en la transmisión de los partidos de la liga y el cubrimiento con las selecciones nacionales. Pero pecamos en el discurso. Hay que apelar a no decirles siempre “niñas” o “chicas”, o mencionar el apellido de la jugadora con el artículo La. Ejemplo: La Arias remató al arco. La González ganó el balón. Y ni hablar cuando convierten el apellido en diminutivo para darle ternura al asunto. No, cero ternuras, que la cosa sea sencilla y suena mejor.
Miren a las futbolistas colombianas que se clasificaron al Mundial sub 17, las que van a disputar ahora la Copa América o las que participan en la liga colombiana y uno percibe más hermandad, más sentido de defensa de un bien común; también se ve en colegios, universidades y demás. Es parte de la magia del fútbol femenino, algo que en Colombia ha crecido pero que falta más apoyo. El ideal es ver más gente en los estadios y lo más relevante: más respeto y darle la importancia que ellas siempre merecen.