Una ciudad también se mide por lo que ofrece al caminarla. Creo que uno de los grandes placeres que hay es poder andar por las calles, sentir su olor, percibir su aura, sentir su historia y untarse de sus gentes. Esta Medellín, tan bella por unos frentes, tan brillante en otros, pero tan débil en muchos aspectos, es una urbe que se creció y que a veces, muchas veces, cuesta caminarla.
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Más allá de la inseguridad que se vive en todo el país, en donde sacar un celular en plena calle es un acto de valentía. O en donde tratar de cruzar una calle con la supuesta prudencia de un semáforo es un acto riesgoso ante los atarvanes que se vuelan la luz roja, todo es un acto de riesgo para la integridad y el caminar una ciudad debe tener ciertas garantías para el peatón. Muchas veces, como ocurre en gran parte de Medellín, la experiencia, literalmente, es una carrera de obstáculos, de riesgos.
La topografía de la ciudad de ‘la Eterna Primavera’ no ayuda al estar rodeada de montañas. Caminar por las lomas de la ciudad representa un fuerte desgaste y un riesgo para las rodillas. Los habitantes de estas zonas son unos valientes que a diario sortean subidas y bajadas de ángulos de hasta 70 grados. Pero hay dos lugares con lomas que merecen ser recorridos a pie: la primera es la zona del tranvía de Ayacucho, totalmente peatonal, amplia, es en subida, pero con calma y con paradas se puede sortear. La segunda es el bulevar de Castilla, en la parte noroccidental, llena de gente y comercio. El resto, como lo dije, lomas tipo escalador que se pueden ver mejor desde el buen servicio del metrocable.
Entrando en las partes llanas de Medellín la cosa se complica por factores netos que se pueden solucionar. Empecemos por los lugares en los que esta administración y las pasadas han hecho esfuerzos en la creación o adaptación de lugares para caminar. Parques del Río es la apuesta más ambiciosa. Las grandes ciudades giran en torno a sus ríos. Medellín lo tenía en el ostracismo y ha decidido jugársela por que sea un lugar para los ciudadanos. Ojo, no en todas sus zonas, pero la apuesta es muy válida. Usted ya puede caminar y disfrutar de la primera etapa, la de la rivera occidental. No es muy larga, pero es un bello espacio. Vale la pena esperar al fin de las otras etapas.
También está Ciudad del Río, otro espacio verde para caminar con comodidad. A eso súmeles el Jardín Botánico, las zonas de los parques Explora, Juanes y de los Deseos, muchas bibliotecas y las unidades deportivas (Atanasio, Belén, María Luisa Calle) y un sector de Carabobo. Pero en sí, la calle como tal, esa que uno decide afrontar sin rumbo fijo con la intención de meditar, conocer, hacer deporte o llegar a un destino, está huérfana para el peatón.
Trate usted de caminar por la 33, por la Avenida El Poblado, por la 80, por la 30A, por la regional misma, por Guayabal, por la Oriental, por la Minorista (dese la bendición), por San Juan, por la 10, la lista es larga y la caminata se convierte en un videojuego en el que hay que superar la invasión del espacio público por parte de motos, carros, vendedores informales, habitantes de calle y mercancía de almacenes. A eso súmele que hay momentos en los que hay andén y luego ¡pum! Ya no hay. Ni el mejor mago logra desaparecer algo así.
También agregue la invasión de ciclistas a la zona de peatones, la Alcaldía ha habilitado ciclorrutas y se construyen más, pero muchas veces el peatón se mete en ellas y el ciclista en las del peatón.
Hay que decir que hay vías que se disfrutan al caminar, es el caso de la 70 y de la zona de ‘la milla de oro’. Pero es poco ante lo que es Medellín como ciudad y ante el boom turístico que tiene. No sobra esta crítica, caminar es un placer y esta ciudad, con su clima y su belleza, merece ser vista a pie.