Colombia, Costa Rica y Venezuela son los países con una tradición e historia democrática con mayor arraigo en este lado del hemisferio. Lamentablemente, Venezuela en medio de tanta corrupción que se destapó y falta de rigor en sus instituciones democráticas, sucumbió a lo que hoy todos conocemos: una Venezuela consumada a la corrupción y a las contradicciones de los valores que algún día llego a tener. A escasos siete meses de la primera vuelta para la elección de la primera magistratura en Colombia, surgen varias aristas que hacen del próximo certamen democrático quizás el mas importante en la historia democrática que tenemos y en la poca tradición republicana que nos queda.
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Los mas recientes escándalos, como la corrupción de algunos miembros vergonzantes de altas cortes que traficaban expedientes a diestra y siniestra, como se evidencia en el abominable caso del «Cartel de la toga», en donde queda claro que muchas de las decisiones dentro de la Corte Suprema se tomaron muy lejos del rigor y argumentos jurídicos, pero sí muy cerca de intereses económicos espurios y sendas ideológicas políticas contradictorias, que solo llevan al desinterés de la ciudadanía en los asuntos públicos, y la falta de legitimidad en muchas de las decisiones jurídico políticas del Estado, asunto que de entrada hace muy importante las decisiones que vienen en los próximos meses.
Vale mucho llamar la atención por ello, en razón que nadie quiere -excepto “Teodora”, las Farc y sus aliados- llevar a Colombia a lo que hoy es Venezuela. Quedaron atrás los años en donde era mas importante ser presidente de la Corte Suprema de Justicia que la misma Presidencia de la República, y para allá va la misma primera magistratura. Atrás quedó para muchos el honor que podría representar llegar a una corporación que administra justicia o, por qué no mencionarlo, el “honor” que podría generar llegar a un cuerpo colegiado encargado de la producción legislativa, como lo es el Congreso de la República; la necesidad y responsabilidad en saber a quiénes y por qué elegimos es de absolutamente todos, por ello la razón de apreciar lo que requiere Colombia y quiénes pueden interpretarlo con coherencia desde la administración publica.
Por ello lograr concentrar los esfuerzos y entender quiénes podrían llegar a interpretar el necesario fortalecimiento de las instituciones y valores democráticos, como también la confianza, la institucionalidad y la legitimidad de la autoridad, el ahorro del gasto público, la lucha contra la corrupción y la defensa del estado de derecho; qué bueno sería encontrar en los programas la reducción del Congreso y ahorrarle a los colombianos tanto gasto público en dos cámaras que componen el Congreso de la República; un solo parlamentario llega a costar al erario cerca de $800 millones al año, la imperiosa necesidad de limitar y ponerle freno a la corrupción y para ello el mejor camino es un límite al sistema presidencial, así se acabarían los “Ñoños” y los “Musas”.
Un camino coherente y perfecto para Colombia sería promover un sistema semi parlamentario que atienda a las necesidades sociales y políticas que vive el país, llevar a la Constitución los aumentos graduales tributarios para que mañana el IVA no sea del 25%, la menesterosa promoción de la eliminación de tantas altas cortes y llevar todo a un solo tribunal constitucional con diferentes salas de decisión, en donde no haya cabida a las “JEP”, la necesidad de resolver tantos litigios postrados en los anaqueles por la congestión judicial, pues esto también es corrupción e impunidad. Para lograrlo las mayorías deben elegir mayorías, lograrlo no será tarea fácil pero con ello la construcción a un camino de verdadera paz y prosperidad para todos nosotros.