Ahora que la carrera Séptima ha vuelto a ser tema de debates como consecuencia de la idea del alcalde Enrique Peñalosa de construir por ella una troncal de TransMilenio, se hace necesario resaltar sus muchos valores arquitectónicos y urbanísticos. Seguramente la Carrera Séptima no sea tan imponente como los Campos Elíseos, pero en ella se conservan edificios de arquitectos notables, y no únicamente en el centro histórico de la ciudad.
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De hecho, la llamada arquitectura moderna (aquella que se construyo entre 1940 y 1970, por poner dos fechas aproximadas y bastante simplistas) le dejó a la ciudad una buena cantidad de casas y edificios patrimoniales, algunos de los cuales fueron demolidos. En la carrera séptima, más al norte del centro y de la Universidad Javeriana aún subsisten varias de esas joyas,
De llegarse a construir una troncal de TransMilenio en la séptima, uno de los mayores retos que deberán asumir quienes la diseñen será el cruce con la calle 85 y el acceso a la carretera que conduce a La Calera. Y en ese lugar se encuentran, precisamente, dos notables edificios del arquitecto Fernando Martínez Sanabria, quien fuera muy conocido por sus amigos como El Chuli.
En el costado occidental, entre calles 83 y 84, Martínez construyó vatios edificios. Una cuadra que podría ser un resumen de la historia de la arquitectura de Bogotá del siglo XX. Uno, abandonado. El siguiente, demolido. El que sigue, en e perfecto estado de conservación. Su vecino de más al norte, con la fachada
por suerte el que se conserva en perfecto estado es tal vez el más notable de esos cuatro. Es el Edificio Giraldo, que Martínez construyó en 1958. Su fachada, en concreto y ladrillo a la vista, se destaca por la sucesión de pequeños balcones, por un antejardín abierto al andén, es decir, que se funde con el espacio público, y un acceso a la portería curvo, cubierto por una pérgola de concreto, uno de los elementos más llamativos del edificio y que lo hace único.
En la acera oriental, en un lote triangular sobre la calle 84, donde comienza la carretera a La Calera, Martínez también construyó un edificio de siete pisos, propiedad de la familia Santo Domingo, que se distingue del resto por una enorme pared sin ventanas. A diferencia de su vecino de enfrente, austero a pesar de su hermoso diseño y muy amigable con la ciudad, el de Santo Domingo evoca la imponencia (y prepotencia) de un castillo inexpugnable. A mí, debo decirlo, nunca me ha gustado, pero es indudable que es uno de los hitos de esta carrera Séptima que vaya uno a saber cómo irá a quedar si le meten una troncal de Transmilenio. Para consuelo y tranquilidad de los bogotanos, los expertos que promueven esa obra son doctores.
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