No paran las noticias sobre la venida del papa, como si fuera un reinado, que de alguna manera lo es. Estamos tan acostumbrados a darles amplio despliegue a los temas de farándula que este parece ser uno más. Vengan el papa o los Stones, nos gusta sentirnos importantes al saber que una figura mundial tiene la amabilidad de visitarnos y lo registramos como si fuera lo más importante de la vida.
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Y son noticias pertinentes, imposible negarlo. La agenda de Francisco durante su visita de cinco días al país, las vías que se van a cerrar y otras minucias. Pero también ha salido cada nota, fiel a esta época de cubrimientos exagerados en los que cada vez estamos más informados, pero sabemos menos cosas. Nos cuentan que han arreglado una cantidad de calles que estaban rotas, sin marcar y con faros rotos para que el pontífice crea que por acá todo anda bien. Y eso no es nada. Dígame usted, ¿de qué nos sirve saber que hay una monja rapera que le va a cantar una canción en persona o que una periodista de la televisión chilena se equivocó al aire y en vez de decir papamóvil dijo batimóvil?
Y hablando de papamóvil, desde que se presentó empezó a quedar evidencia lo polarizada que está la sociedad. Es que no nos ponemos de acuerdo en nada: que si bonito, que si no, que si lo pudieron hacer mejor, qué para qué ese vidrio. Y esas son bobadas, porque tenemos también la politización del tema. Aunque es claro que la visita es religiosa, el mismo Gobierno ha tomado ventaja del pantallazo, mientras que la oposición, las reinsertadas Farc y hasta obispos venezolanos pidieron audiencia formal con el papa, todos sin éxito.
Y es curioso que viniendo el máximo representante de la Iglesia católica haya tanto religioso extremo rajando del evento. De José Galat para abajo, mucho creyente de vieja guardia que no confía en el argentino. Como decía mi padre, resultaron más papistas que el papa. Le indilgan que es de avanzada, que está cambiando la Iglesia, que se está apartando de los verdaderos preceptos de Dios. Yo no sé qué tan de avanzada sea Francisco. Digo, no es Ratzinger, pero tampoco representa una amenaza para el sistema que representa. No lo está poniendo en jaque, solo está ampliando la base de consumidores con una posición más tolerante, pero para nada peligrosa.
Se viene una larga y dura sesión de lagartería, que es lo que nos gusta, un evento social en el que los cercanos al poder se van a exhibir una vez más mientras se las dan de piadosos. A mí me invitaron a un evento exclusivo de esos para conocer al papa, ni idea por qué, y la verdad estuve muy tentado a ir aunque no sea ese mi estilo de vida. Desde acá les digo que gracias por tenerme en cuenta, pero que no cuenten conmigo porque no soportaría tanta pose, no tengo ropa adecuada para el acontecimiento y porque voy a hacer lo que cualquier ciudadano sensato haría en un caso de estos: irse de la ciudad.
Igual, ojalá todo salga bien y el mensaje del papa sirva para que los colombianos hagamos las paces con la vida, que es lo que necesitamos. Queda por añadir que me parece increíble que a estas alturas de la humanidad aún nos matemos a balazos y creamos que hay un señor en el cielo que dice qué está bien y qué está mal, pero eso es tema para otra columna. Bendiciones.