Opinión

La crítica de cine en Colombia

“Lo cierto es que la única responsabilidad que tenemos los periodistas de cine y los críticos es con el público y con las propias convicciones”: Mauricio Barrantes

Desde hoy comienza el XX Encuentro Internacional de Críticos y Periodistas de Cine en Pereira. Yo, que he ejercido como “crítico” y periodista, prefiero identificarme más con el segundo rol, porque si somos sinceros, en Colombia, más que críticos, hay cinéfilos que hacen reseñas de películas y además sostienen sus espacios en la experiencia, el gusto y, en algunos casos, en formación especializada, pero que no ejercen mayor influencia en la opinión pública para que el espectador colombiano decida rechazar o inclinarse hacia ver o no determinado filme.

Incluso, si hablo desde mi propia experiencia, cuando desconozco la calidad de una película, mi primer filtro son mis amigos, luego, algunos críticos internacionales de vieja data, las opiniones libres en Rotten Tomatoes o me arriesgo porque conozco el director, me interesa el reparto o porque el tráiler estuvo buenísimo. En esa medida creo que, más que críticos de cine que abusen de adjetivos y alimenten su ego con el tono de superioridad intelectual de algunos textos, lo que necesitamos acá son columnistas de opinión del sector cultural y creativo para que el debate sea constructivo para toda la sociedad.

Hay mucha tela para cortar en cuanto a temas como la corrupción del Estado y de las entidades privadas, la ‘rosca’ del sector, la responsabilidad de las distribuidoras y de los exhibidores en la baja audiencia del cine nacional y hasta la ausencia de políticas públicas que descentralicen los incentivos en cuanto a la formación de públicos y la exhibición de contenidos diversos. Sí, todos sabemos que eso pasa en Colombia, pero la función de los medios, de los periodistas de cine y de los llamados críticos es la de ejercer un control y mediar entre la industria cinematográfica y la opinión pública.

En la vida nos acostumbramos a entrar en momentos de comodidad que nos llevan a olvidar la función que cumple el oficio que ejercemos en la sociedad. Hasta en el sector del cine pasa y por eso la estructura que se monta entre el sector privado y el público mantiene callados a los críticos para que solo hagan reseñas que complazcan a las distribuidoras y no toquen otros temas, porque se piensa que ya existe una responsabilidad implícita de hablar bien de una cinta o de un festival tras una invitación a comer crispetas y gaseosa a las 10 de la mañana, por la amabilidad de los jefes de prensa o por el intimidante poder que ejercen los monopolios nacionales o internacionales.

Lo cierto es que la única responsabilidad que tenemos los periodistas de cine y los críticos es con el público y con las propias convicciones. Así, quienes ahora están estudiando cine, los próximos periodistas o los cinéfilos que, semana tras semana alimentan su gusto viendo muchas películas, podrán tener un mejor camino y un mejor escenario de trabajo cuando estén en los medios, cuando monten su propio emprendimiento o cuando desde la gestión busquen demostrar que el amor al cine no es un amor que complace, sino que exige calidad y honestidad en toda la cadena que sostiene a la industria.

Por: Mauricio Barrantes / @mauriciobch

 

 

 

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