Me gusta compartir mensajes mediante mis redes sociales que contagien de buena onda o que al menos ayuden a quien los ve a tratar de ver el instante en el que vive de otra manera, y hace poco en mi Instagram (@zalman5k) compartí uno que decía: “Está bien no estar bien todo el tiempo”, y para mi sorpresa las respuestas de alivio de muchos no se hicieron esperar.
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Nos han vendido la idea de que ser felices es estar sonriendo y siempre pensando en positivo las 24 horas, los siete días de la semana; que debemos ser fuertes sin importar lo que pase; que debemos proyectar que todo está siempre bien aun cuando las cosas sean totalmente diferentes en nuestro interior.
Todo eso no es más que un ideal completamente contrario a la realidad, algo que, para ser honestos, es absurdo, porque la vida no es blanco o negro, hay una gama increíble de matices que le dan sentido a la realidad y la convierten en algo realmente apasionante.
Es imposible conocer nuestra felicidad si no reconocemos aquello que nos baja el ánimo y nos pone tristes, porque es gracias a ese contraste que logramos apreciar y valorar nuestra felicidad y podemos aprender cuál es la mejor manera para no caer en esos puntos que no nos resultan agradables. Es absurdo pretender estar bien todo el tiempo y aparentar fortaleza cuando les tememos tanto a nuestras debilidades que tratamos de ocultarlas bajo una máscara de apariencias. Es imposible que exista el día si antes no ha estado el anochecer.
Si no podemos ser honestos con nosotros mismos a la hora de tratar de conocernos por completo, jamás podremos entender con total franqueza cuáles son aquellos puntos en los que debemos fortalecernos para transformarnos y mejorar lo que somos.
No hay persona que no cometa errores, pero sí muchos hipócritas que tratan de ocultarlos por medio de excusas sin fondo. Esto no quiere decir que debamos ir error tras error deliberadamente sin importar las consecuencias, sino que no debemos quedarnos atorados en ellos frenando nuestro camino o castigándonos porque las cosas no fueron como esperamos.
Quiere decir que debemos aprender de nuestros errores, reinventarnos y reconocer que la perfección de una persona no radica en aparentar estar bien siempre, sino en estar en paz consigo mismo siempre, y eso puede darse aún a pesar de las dificultades y problemas que se vivan, siempre y cuando podamos ser honestos con nosotros mismos.
Al final, eso es lo que realmente importa: ser auténticos con, por y para nosotros, de manera que podamos asegurarnos de dar lo mejor que somos a todos quienes nos rodean; no andar aparentando que todo está bien cuando en el interior todo está al revés.