Vivimos tan ocupados en realmente nada, que se nos olvida disfrutarlo todo: no disfrutamos de los abrazos de quienes nos aman, sus palabras, sus risas, esos pequeños detalles de cada día como los atardeceres o la lluvia en nuestro rostro; nos hemos quedado inmersos en la cotidianidad, alejándonos de nuestra propia vida y olvidando que hay otra realidad.
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Queremos lograr muchas cosas, pero no identificamos la manera correcta de definirlas: todo el mundo quiere ser feliz, pero muy pocas personas saben claramente qué significa la felicidad en sus vidas y se dedican a envidiar lo que tienen o viven otros en vez de disfrutar lo propio; otro tanto quiere amor en sus vidas, tal vez la mayoría, sin embargo es un amor difícil de entender cuando viven alimentando tantos odios para los que piensan diferente a ellos; o quienes quieren tener éxito, pero no están dispuestos a salir de su zona de confort para lograrlo, y quien busca resultados distintos inevitablemente deberá aventurarse a hacer cosas distintas.
Es muy sencillo caer en un punto ciego donde pensemos que todo está bien cuando las cosas pueden estar realmente mal y sea más cómodo ignorar antes que actuar, sin embargo nunca será una buena decisión. Tener nuestras metas claras y asegurarnos de alguna manera de poder generar un ambiente propicio para esas metas es vital para que no perdamos el norte de nuestras vidas sin ser consumidos por la cotidianidad sino, por el contrario, lograr que juegue a nuestro favor.
Tenemos que tomar distancia de nuestra comodidad para aventurarnos a aprender y emprender nuevos retos, grandes o pequeños, pero nuevos, porque nos darán el impulso necesario para seguir adelante sin pausa. Sin duda siempre hay cosas buenas para aquellos que saben esperar, pero siempre habrá mejores cosas para quienes toman el riesgo y trabajan por ellas.
Y más importante aún, tenemos que tomar distancia de nuestros miedos, de la duda que nos daña la cabeza y nos llena de pesimismo. Cosas realmente maravillosas suceden cuando nos distanciamos de la negatividad y miramos con otros ojos la vida, y aclaro, no es cuestión de ser ciego ante las cosas malas o aquellas que no nos gustan, es simplemente entender que todo es relativo al observador y siempre podemos elegir qué tipo de observador queremos ser: el que ve lo malo y por consiguiente todo le sale mal, o el que ve lo bueno y cada vez más y mejores cosas ve llegar.
Dale un minuto, una hora, un día –o lo que necesites– a tu vida, y toma distancia de aquellas cosas que sabes y crees pero que no te sirven para nada, de lo que otros piensan, de como otros te etiquetan y atrévete a vivir la vida que estás destinado a tener, la cual, estoy convencido, está llena de plenitud y felicidad (si así lo quieres, claro está). Esa debe ser la meta máxima de tu vida, como diría Cerati: “Separarse de la especie por algo superior no es soberbia, es amor”, y este es un muy buen momento para que te empieces a amar de verdad.