¡Santos voladores!

Por: Pablo Francisco Arrieta/ @xpectro/ Profesor y viajero lector

 

El 23 de Octubre de 1906, en un campo en Francia, el brasilero Alberto Santos-Dumont se eleva y alcanza a volar 200 pies dentro de su biplano, el 14-bis. Tan sólo cinco años después, en la misma fecha, el capitán Carlo Piazza usará su avión, un Blériot XI para hacer el histórico primer vuelo de reconocimiento aéreo militar cerca a Benghazi, Libia. Solo un par de días después Giulio Gavotti, otro italiano, se haría merecedor del triste título de primer hombre que usa un avión para bombardear. 

Aviones, la novedad del siglo XX que ahora es utilizada por millones de viajeros a diario. Por ello, la inauguración de un puerto aéreo causa impacto en la ciudad donde se encuentre. Y eso acaba de pasar en nuestra capital.

El domingo en la noche tomé un vuelo hacia Ibagué y por una extraña coincidencia abordé por la misma puerta que una semana atrás me llevó a México. El camino por lo que era el puerto internacional fue extraño pues el translado de internacional a la nueva terminal se hizo dejando espacios vacíos y letreros remendados. Me llamó la atención que no todas las tiendas se marcharon: comerciantes pequeños y la única librería quedaban abiertas. Pero sin compradores…

Al regresar me dirijo a la nueva terminal: una edificación que cumple con los estándares actuales para el uso, hay muchos más cajeros automáticos, espacio, circulaciones, pero… El nuestro no recuerda el de México, con sus áreas para exposiciones y sus Educal, Gandhi, Sanborns o la propia (y muy completa) librería del Fondo de Cultura. O Buenos Aires, con sus 4 librerías (incluyendo una Yenny justo antes de entrar a internacional, atentiendo hasta medianoche a viajeros y visitantes). 

Ubicar una librería en la zona de viajes nacionales tiene poco significado comercial y más ahora, tan distante un espacio del otro. Pero, en el lado internacional, dada la masa de pasajeros en tránsito, con recursos y con ganas de explorar algo del país que arranca al salir del edificio, tener una buena librería más que por comercio se hace como respuesta a una necesidad estratégica pues es nuestra vitrina natural para exponer lo mejor de lo nuestro.

Si el fantasma de Alberto Santos-Dumont tomara un vuelo desde esta terminal tendría que saciar su curiosidad lectora en Amazon o la iBookstore de Apple (abierta hoy 23), pues sólo ahí encontraría su amado Julio Verne, unas cuantas obras de Gabo, Mutis y lo poco que las editoriales han digitalizado. En caso de no usar “cacharritos” quedaría relegado a una pobre selección de “latinoamericanos” y bestsellers de negocios.

Se viene pregonando que somos “la respuesta” pero a juzgar por nuestra salida al mundo pareciera que muchos viajeros internacionales pensarán que llegaron a una nación donde no se lee ni escribe, pero cuyos ciudadanos huelen rico y toman café… costarricense (que se puede pagar en dólares). Ojalá alguien tome libros en el asunto, y pronto.

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