Juli Colmenares (TikTok: LaLlanera87 / Instagram:@juli_colap /Twitter:@ lallanera87 )
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Está estudiando para ser abogada y vive en Casanare. Ha decidido contar su historia desde un ángulo aún muy poco explorado en el país: ser una persona de la comunidad LGBTIQ+ en el campo colombiano. De esta manera, en “El diario de la lesbiana” muestra cómo es vivir con su orientación sexual en una sociedad profundamente tradicional y sobre todo, que juzga por las apariencias, particularmente la suya. “Me juzgan por cómo me visto, me encanta andar en tenis y ropa cómoda. También me señalan por mi cabello, lo uso corto y por estilo me encanta. He tenido que lidiar sobre todo con el irrespeto, con las suposiciones de la gente, y con la que se cree libre de pecado para gritar insultos. Se les olvida que tratan con un ser igual que ellos, aunque claro que no todos son así, hay seres preciosos que van más allá de mi sexualidad”, le cuenta Juli a Publimetro. 3 figuras de la comunidad LGBTIQ+ en Colombia que rompen barreras desde lo digital
Ella tuvo que descubrir sola su orientación sexual a los 17 años. Fue difícil. Su familia se enteró seis años después, aunque ella ya sufría por ser juzgada siendo niña y adolescente. Por eso creó “El diario de la lesbiana” y las críticas le indican que va por buen camino: “Para esto tienes que tener actitud y berraquera. Las críticas me encantan porque me da entender que estoy llegando más allá de lo que había imaginado, toco fibras y eso me tiene fascinada. Yo creé esto para crear un poco de conciencia: tenemos las mismas vivencias, solo que con la persona del mismo sexo y quiero llevar esto más allá de la sexualidad y mostrar lo maravillosos que somos, pero también mostrar que muchos tienen que guardarse para no ser blanco de los que están a fuera pendientes para lanzar sus piedritas. Pienso que lo que hago pone a muchos a pensar qué quieren realmente y todavía falta mucho para lograr tolerancia y respeto”, concluye Juli.
3 figuras de la comunidad LGBTIQ+ en Colombia que rompen barreras desde lo digital
Cristina Rodríguez Romero (TikTok: @dilaurentticris /Instagram: @dilaurentticris/Twitter: @DiLaurenttiCris )
Cristina Rodríguez Romero es periodista, docente universitaria, realizadora audiviosual y estratega digital. Como mujer trans, trabaja en una organización que empodera a las mujeres LBT en el país y en sus redes sociales comparte información y contenido para visibilizar a su comunidad. Esto lo hace desde hace un año. “Vine al mundo a mostrarles a otras generaciones que ser trans no es una maldición, ni tampoco es ser peluqueras, ni trabajadoras sexuales. Que hay otras posibilidades, aunque sea complejo, porque muchas de mis compañeras no han podido ejercer sus carreras. Pero, como personas que hacemos parte de un grupo históricamente marginado, tenemos la responsabilidad social de mostrar una cara diferente y de humanizar nuestro imaginario, absolutamente caricaturizado y fetichizado”, le explica a PUBLIMETRO.
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Pero, la lucha es dura contra la transfobia. “Lo más desafiante es enfrentarse a la desinformación y la ignorancia. Pero, por más que intenten invalidarnos, las personas trans seguiremos existiendo. No hacemos parte de un lobby: solo luchamos por nuestros derechos como seres humanos y no hay ninguna teoría, dogma o ideología que pueda anularnos”, afirma, aunque reconoce que en las redes sociales ha encontrado un sentido de comunidad y referentes que ayudan a otros a reconocerse. “Hay mucha gente linda con un mensaje poderoso, desde muchos ángulos hablando de respeto e inclusión. Considero que mi mensaje también desde este ángulo y el amor y no hay que invalidar a nadie. Ahora estoy en una relación y en plenitud en todos los aspectos de mi vida, pero debemos seguir normalizando que somos sujetos dignos de deseo y que no somos un chiste mal hecho. A mí se me nota el ser mujer trans y es parte de mi statement: así le digo al mundo que no quiero ser normal, que soy trans, pero va más allá de lo visual. Entre más espacios hayan, generaremos mejores posibilidades para quienes vienen tras nosotros”, explica.
Violeta Antonia Gómez (TikTok: @instransitif92/ Instagram: @instransitif92 / Twitter: @instransitif92)
Violeta es DJ, productora, booker y hace parte del colectivo feminista Las Vagabundas, donde hablan de temas de género y diversidad. Su proceso de transición comenzó en 2018 y mostró públicamente su identidad en 2019. Tuvo el apoyo de su familia y su activismo digital comenzó al darse cuenta de su identidad, tomar vocería de quién era y hablar de la comunidad a la que pertenece. “Lo complejo de las redes es la estabilidad y la salud mental. Twitter por ejemplo potencializa las violencias sobre el cuerpo y sexualidad. Es complejo mantener las distancias, pero al mismo tiempo, lo bello es conocer gente increíble y construir comunidad. Y en redes a nosotras, lamentablemente, nos toca, para defendernos de la transfobia, crear callo. Como personas diversas debemos generar esa inmunidad, tristemente, porque muchos incluso han llegado al suicidio”, expresa a PUBLIMETRO.
Violeta también cuestiona a los políticos que hacen parte de la comunidad LGBTI, pero que la violentan de igual manera:“Una sociedad como la colombiana reprime a todo lo que se salga de esa norma con violencia social y estatal. Hay que ver el trato hacia las personas trans pobres y trabajadoras sexuales en la alcaldía de Claudia López, supuesta aliada, para darnos cuenta del desprecio hacia los cuerpos trans. Ahora la marcha, patrocinada por la institución a la que representa, es totalmente despolitizada y anula y violenta a los cuerpos disidentes”, expresa Violeta, que si bien no ha tenido tantos problemas para obtener espacios laborales, también objeta la falta de oportunidades para muchas personas dentro de la comunidad y desde donde se les estigmatiza. “Por eso son importantes los espacios para nosotras, para tener referentes que no vengan de identidades binarias. Es hora de que las personas vean cuerpos e identidades que les incomoden, para que las miradas sean diferentes y sigan cambiando. Por eso, lo virtual es igual de importante a lo real como espacio de lucha”.