Opinión

Periodismo y activismo: dos poderes sociales de gran relevancia que es posible articular

Escribo desde mi perspectiva, enfoque, mirada ética y opinión. En Colombia no existe la obligación de tener tarjeta profesional para hacer periodismo. Y aunque, obviamente, hay un importante debate abierto al respecto, lo cierto es que hoy no es ilegal ni antiético hacer periodismo sin certificado profesional.

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Por otro lado, ningún periodista pierde ni su fuero interno, ni su derecho a expresarse desde su mirada, ni mucho menos sus derechos ciudadanos. Todo periodista es un ciudadano o ciudadana con derechos políticos, y puede comunicarse desde su opinión, perspectiva y enfoque, aclarando siempre que lo que informa es opinión sustentada en su postura personal y respaldada por un trabajo serio de investigación periodística. Si lo hace de ese modo riguroso no hay engaño al público porque es periodismo de opinión, con posturas claras frente a los hechos y eso, implícitamente, es activismo ciudadano con precisión periodística a juicio de varios profesionales. Y aunque otros varios no estén de acuerdo, la discusión está abierta a nivel internacional y nadie ha dado la última palabra.

Al margen de eso, el periodismo ético, per se, es el activismo de la defensa de la verdad por sobre todas las cosas.

La verdad. ¿Cuál verdad? La verdad de la historia que se narra o la de los acontecimientos, sin ningún ocultamiento premeditado de parte fundamental de los sucesos que deben conocer las diferentes audiencias.

En mi corto tiempo haciendo este tipo de comunicación he aprendido que al periodista se le exige rigurosidad en la búsqueda de la verdad, pero que también se le da el derecho a la retractación en caso de error al informar, sea por imprecisión o por cuestiones de forma que no dejan claro el mensaje. Por supuesto, si falta a la verdad por acción u omisión, puede ser demandado por injuria y calumnia y debe responder legalmente si no se retracta oportunamente. Del mismo modo, sé que ni el periodista pierde sus derechos fundamentales ciudadanos ni el activista pierde su derecho a informar y ser informado, a comunicar desde la libre expresión y la libertad de prensa. Por tanto, ningún activista tiene prohibido hacer prensa.

La activista legendaria Emma Goldman lo explicó muy bien en su carta sobre la libertad de prensa. Ella, en los comienzos de 1900, fue periodista, escritora y comunicadora activista, y hasta hoy su trabajo sigue vivo después de décadas.Y lo hizo en una época difícil para ser mujer en cualquier espacio, profesional y social.

Aunque yo no soy periodista certificada de una universidad, hace tiempo hago ejercicios periodísticos y de exposición de opinión, lo cual ha sido ampliamente documentado en trabajos investigativos muy bien valorados por la por la academia, incluyendo un proyecto de grado de maestría en comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana en la cual su autor, consultor y profesor universitario, documenta ampliamente la complementariedad de mis acciones en medios masivos con mis activismos cotidianos. En ese trabajo, denominado «De los susurros a los gritos», se me denominó como comunicadora para las resistencias, en un trabajo calificado con 5, respaldado con las firmas de su director y de sus jurados.

Evidentemente, y sobra la aclaración, no todo periodista tiene que ser un activista, pero de ahí a prohibir la posibilidad de ejercer el periodismo y la comunicación de forma articulada con el activismo hay mucho trecho. A mí juicio, esa prohibición debería reconocerse como un acto fascista al atacar directamente el derecho a la libertad de expresión tanto de periodistas (certificados o no certificados), como de activistas que hacen ejercicios periodísticos y de comunicación articulada con causas sociales.

Soy expositora de opinión y activista que hace ejercicios periodísticos serios con objetivos activistas. Trabajo para una comunicación sólida y pertinente, para informar con objetivos puntuales. Para informar a la ciudadanía sobre los temas que me atañen y para buscar, a través de esa información, sensibilidad por estos temas. Por tanto, desde ejercicios periodísticos de opinión, trabajo para dar herramientas a las víctimas y darle visibilidad a los casos que necesiten respuesta urgente en un país de justicia paquidérmica.

Tengo el deber moral de defender la articulación entre comunicación, periodismo y activismo, no solo por defender mi trabajo, si no el de miles de personas que a lo largo y ancho del país exponen su vida para defender causas justas. ¿Cuál es la diferencia entre un líder social y un comunicador social caído en nuestro territorio? ¿Este activista o esta activista perdería dicho título por ejercer la comunicación y el periodismo ? O en vía contraria ¿Perdería una persona dedicada al periodismo y la comunicación la posibilidad de ser activista por una causa justa? La articulación en este caso además de viable y ética, es tremendamente valiosa.

Mar Candela

 

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