El próximo 3 de diciembre se cumplirán 25 años desde el día en el que Pablo Escobar fue abatido en los techos de Medellín. Pero para la ciudad, este aniversario no es de celebrar. Tampoco lo es la oleada de turistas que solo buscan recorrer los pasos del capo. Este es el síndrome que encontró el New York Times, que abrió su edición de este sábado con un artículo sobre la Medellín posterior a Pablo Escobar.
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El diario publicó un reportaje sobre las propuestas para demoler el edificio Mónaco, en el sector del Poblado. En este se revela la estrategia de la alcaldía de Federico Gutiérrez de tratar de desligar a su ciudad del pasado del Cartel. Pero al mismo tiempo, se habla de la dicotomía de una ciudad amarrada a quien es «el hijo más notorio de Medellín»: Pablo Escobar.
Tal vez el mayor creador de esta arremetida sea John Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’. El Times recuerda cómo la administración de Medellín ignoró los narcotours hasta que apareció el exjefe de sicarios con sus canales de Youtube y sus tours en DVD. «Pablo Escobar es la estrella pop de esta historia (…) No fue una prioridad hasta que aparecieron los narcotours de Popeye», dijo.
Como símbolo, el diario destaca las ruinas del edificio Mónaco, hogar de la familia Escobar. Mientras la Alcaldía de Medellín planea derrumbar la edificación y construir un parque, los fanáticos de series como Narcos de Netflix se arremolinan a su alrededor, con guías turísticos narrando la historia de sus ocupantes y de la bomba que los exilió en 1988.
«Es como si los miembros de Al-Qaeda dieran tours en Nueva York contando cómo planearon el 11 de septiembre», dice uno de los vecinos. Finalmente, el artículo detalla el interés de Gutiérrez de derribar el edificio Mónaco, así como los demás símbolos de los actos delictivos de un hombre cuyas cicatrices todavía rodean la ciudad.