Cali

¿Cómo se vive con un trastorno psiquiátrico?, dos pacientes cuentan sus experiencias

Abundan creencias como que todos los seres humanos son bipolares, que la depresión se cura con una buena actitud y que las enfermedades mentales son un invento de las farmacéuticas. Estos testimonios dan otra perspectiva.

En mayo de 2017, la familia de Camilo Contreras* recibió el diploma que lo acreditaba como médico y cirujano de la Universidad del Valle. El muchacho, sin embargo, no pudo estar ese día: tres meses antes se había quitado la vida. Violinista apasionado y con el diagnóstico de una enfermedad mental, Camilo alternó sus estudios universitarios con la medicina alternativa y la práctica de rituales indígenas.

Sus compañeros de clase lo recuerdan como una persona que inspiraba amor y tranquilidad. “Camilo era un ser mágico y misterioso. Un poco aislado, pero nunca se veía depresivo. Recuerdo que en una exposición empezó a preguntarse qué pensaban los grillos, estaba muy involucrado con la medicina alternativa. Sé que llevaba tratamiento psiquiátrico”, cuenta una de las chicas que compartió aulas con él durante el primer semestre, antes de una de sus múltiples incapacidades.

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Mágico. Misterioso. Lleno de amor y tranquilidad. Su cara ante el mundo, sin duda, era todo esto. Pero quizás en su cabeza, en su cuerpo, en sus pensamientos y en cada parte de su ser ocurría algo distinto, ese algo que lo impulsó al suicidio. PUBLIMETRO habló con dos pacientes diagnosticados con enfermedades mentales para conocer sus experiencias más profundas.

“Me he convertido en un experto en mentir”: Julián*, 29 años.

En este momento me estoy recuperando de un intento de suicidio. Antes de eso había ido a la EPS y sentí mucha apatía, lo único que hicieron fue decirme que yo tenía bipolaridad y me mandaron unos antidepresivos. Nadie se sentó a hablar conmigo, nadie me escuchó. Esos medicamentos me hacían sentir muy raro, tenía movimientos involuntarios… volví, me cambiaron la fórmula pero al tiempo de estar con la nueva droga fue que quise suicidarme. Me alcanzaron a salvar, estuve en el Hospital Psiquiátrico por segunda vez y cuando salí opté por vivir sin los medicamentos. En esa lucha llevo un año.

¿Cómo me siento? Hay días en los que lo único que quiero es matarme. Mi vida es un carrusel. Paso semanas en las que no sé qué está sucediendo y me dan ganas de solucionarlo de la manera que mi cerebro me lo indica. Mis papás están en Cali, pero no vivo con ellos. No aceptan la enfermedad mental, dicen que yo no tengo nada, que no estoy enfermo, que “solo tengo mis momentos”. Uno se pone una máscara e intenta llevar la vida, mirar a las personas y que no se den cuenta de lo que estoy sintiendo.

Yo me he convertido en un experto en mentir. Tengo un trabajo pero hay días en los que no puedo ni pararme, no puedo, mi cuerpo no responde… y la gente me dice que es que yo no quiero, que todo está en mi cabeza, que debo salir y ocupar mi tiempo en otras cosas, pero no es así de fácil como lo cree alguien que no tiene una enfermedad mental. Ese tipo de ‘consejos’ solo me llevan a querer estar más encerrado en mi casa sin ver a nadie.

Nunca he tenido acompañamiento psiquiátrico particular porque no tengo los recursos económicos necesarios. Tenía un amigo con mi mismo diagnóstico… no solo era mi amigo, era mi terapia porque él sabía por lo que yo estaba pasando, entendía mis dudas, sabía que mis preguntas no eran tan locas porque él también se las  había hecho. Entre los dos intentábamos resolvernos cosas. Él se suicidó en febrero. A veces siento que le fallé.**

**Julián ya está siendo atendido por profesionales de la Línea 106.

«Ya no les tengo miedo ni a los psiquiatras ni a la hospitalización»: Miguel*, 30 años

La enfermedad mental tiene varias causas y al final uno no sabe qué la ocasionó. En mi caso, una de ellas pudo ser el consumo excesivo de sustancias psicoactivas y licor durante la adolescencia. Cuando tenía 18 años estaba muy deprimido e intenté suicidarme, en ese momento me diagnosticaron con trastorno afectivo bipolar. No me tomé nunca los medicamentos, seguí con mi vida como antes y me fui un año Estados Unidos. Pero cuando regresé tuve mi primer episodio psicótico.

Era una tarde como cualquiera de esas en las que salía a comprar cigarrillos de marihuana. Existe la hipótesis de que el cigarrillo de ese día tuviera otra sustancia como cocaína. El caso es que con eso se me disparó la enfermedad: estaba en la Universidad del Valle, me desnudé y empecé a correr, pero un grupo de estudiantes –dicen que unas 300 personas- me alcanzó y empezó a golpearme. Yo no sentía nada, vine a sentir dolor luego, cuando desperté en el hospital. También puede que mi trastorno se deba a un asunto hereditario porque hay varias personas en mi familia con enfermedades mentales, aunque en ellas también coincide el consumo de drogas.

Ahora es muy frecuente escuchar a todo el mundo diciendo que es bipolar porque pasa con facilidad de un estado de ánimo a otro, como estar triste y luego ponerse feliz. Si fuera así, claro que todos seríamos bipolares. Pero cuando uno habla realmente de una persona diagnosticada con este trastorno hace referencia a los estados de manía y depresión, que son muy distintos a la tristeza y a la alegría. Entonces ese cuento de que todos somos bipolares y que no hace falta consumir medicamentos no es el camino.

Después de ese episodio me recetaron de nuevo los medicamentos pero yo me los dejaba de tomar porque había una negación al problema, lo consideraba una experiencia aislada que no iba a volver a repetirse. Una de las razones para que la enfermedad se vuelva crónica es no atender las recomendaciones médicas: me dijeron que no volviera a fumar marihuana, que me tomara los medicamentos, que durmiera bien. Siempre que desacataba cualquiera de esas órdenes, recaía.

Y cada vez que tenía una recaída era como si el cerebro volviera a estar en ceros… ningún avance frente a la enfermedad mental. He estado hospitalizado casi ocho veces en los últimos ocho años. En este punto de mi vida ya no les tengo miedo ni a los psiquiatras ni a la hospitalización. Mucha gente dice que por qué no soy capaz de decir “no más, voy a curarme”, pero eso no es tan fácil porque cuando estoy en un episodio psicótico no diferencio la realidad de lo que me estoy imaginando.

Gran parte de mi éxito en el manejo de la enfermedad han sido las oportunidades que mi familia me ha brindado para tener especialistas particulares porque hay muchas personas que solo tienen los 20 minutos que el psiquiatra de la EPS les da cada mes y eso es absurdo, uno difícilmente supera una experiencia de estas con esa atención.

¿Los síntomas? Cuando estoy comenzando un episodio psicótico empiezo a acelerarme, no percibo lo que sucede a mi alrededor por la velocidad a la que ando. Son muchas cosas… he logrado identificar que hablo solo más de la cuenta y eso también me hace vulnerable porque la gente empieza a mirarme raro, a reírse, a evitarme… tengo mucho desorden a mi alrededor, todo está tirado en el piso y eso me lleva al polo depresivo. También experimento alucinaciones sonoras. Es muy jodido porque cómo hace uno para darse cuenta de que es una alucinación… Necesito a una persona de referencia que me diga qué es real y qué no lo es.

Si los pacientes psiquiátricos a raíz de una sola experiencia nos comprometiéramos de verdad con el consumo de los medicamentos y no pusiéramos tantos obstáculos, yo creo que lograríamos salir adelante más rápido. Tomarse los medicamentos es el único camino que existe para algún día dejar de tomarlos. Yo creo que los seres humanos podemos transformarnos desde nuestro interior y cambiar las conductas. Vengo intentando ese proceso desde hace tres años, pero no lo he logrado del todo. No es solo resistirme al consumo de sustancias psicoactivas ni tomarme los medicamentos sino ser consciente de las cosas que me hacen daño y tener la fortaleza para alejarme de ellas.

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Rutas de apoyo

  1. Línea 106 para la atención en salud mental (gratis desde teléfono fijo o celular)
  2. Whatsapp: 3156984482
  3. Correo electrónico: lineal@lineainfantil106.org

*Nombres cambiados por protección de identidad

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