Diez minutos de retraso por una camioneta varada en la vía mientras se dirigían al embalse de Guatapé fue lo primero que salvó de la tragedia a Enrique Ibata, esposa, hijos y otros familiares, los caleños que quisieron subir a la embarcación que posteriormente se hundió pero que no alcanzaron porque la demora hizo que perdieran el cupo.
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Ibata lleva 15 años trabajando como conductor de una ambulancia en el Hospital Universitario del Valle y se encontraba en Antioquia de paseo con su familia. Al no poder viajar en ‘El Almirante’, la familia fue conducida a otro barco y se dio cuenta del hundimiento cuando estuvo de regreso en el muelle.
“Nosotros hasta nos alcanzamos a tomar fotos antes de abordarlo pero cuando nos íbamos a subir nos dijeron que ya estaba el cupo, y entonces nos subieron a otro barco. Cuando pasó la tragedia estábamos ya muy retirados de la zona y por eso no nos dimos cuenta del naufragio, ya cuando vamos llegando al muelle vemos muchísima gente y todas las embarcaciones en ese punto. Cuando nos dejaron en el muelle la gente gritaba, lloraba, otros le daban respiración a las personas que sacaban en los barcos, eso era todo improvisado, la misma gente de las lanchitas era la que brindaba los primeros auxilios, había muy poco personal de seguridad y rescate”, le dijo Enrique a El País.
Junto a su familia, había viajado a este lugar en una excursión conformada por un total de 60 personas de Cali. Afortunadamente ninguno de ellos alcanzó a abordar el barco y en la noche todos se dirigieron a la iglesia de Guatapé para agradecerle a Dios por haberlos protegido de la tragedia.
“A la misa no le cabía un alma, los establecimientos del pueblo apagaron enseguida sus equipos y todo era tristeza, ya que muchas personas de esa zona habían viajado en esa embarcación”, agregó Ibata.