Bogotá

“Hacer justicia en este país es difícil”: María Paula La Rotta

El caso de María Paula La Rotta, quien fue golpeada por Carlos Arbeláez, retumbó en los medios este año. Ahora ella habla de lo que viene. Está cerrando ese capítulo de su vida esperando un renacimiento y un nuevo camino que ha encontrado poco a poco ayudando a más mujeres que atravesaron lo mismo que ella. Este es uno de los casos a los que PUBLIMETRO les hará seguimiento

¿Después de hacer pública su historia cómo ha sido esa reflexión personal?, ¿cómo enfrentó los señalamientos?

Debo decir que cuando pasé por todo esto nunca me imaginé hacerlo público, porque uno no espera que estas situaciones lleguen a este límite. Siempre he sido una persona que ha tenido amigos, pero no he sido muy abierta con muchas y cosas y haber hecho esto público para mí fue muy difícil porque eso fue abrir una puerta para que otros entraran a conocer mi vida. Después de la entrevista con Vice empecé a tener muchas críticas porque la gente decía que el segundo golpe ya era culpa mía y que me lo busqué, cuando ni siquiera sabían cuál era el motivo real. Hasta la última entrevista fue que dije cuál había sido ese motivo.

Para mí, y para mi familia, fue duro recibir esas críticas. Por ejemplo, mi mamá es una mujer que somatiza todo y se enfermó; mi papá es una persona introvertida y en la primera audiencia no pudo acompañarme por su trabajo, entonces digamos que me ha tocado esta lucha sola, no porque no cuente con mis papás, sino porque he querido que ellos estén al margen para que no sufran más. Así que me ha tocado a mí conseguir por mis medios abogados y psicólogo, y me ha ido bien con ellos porque me han apoyado, pero ha sido muy difícil aceptar muchas cosas y es que en medio de todo el motivo real por el cual denuncié públicamente fue porque todas las discusiones que tuve con Carlos fueron porque no quise acceder sexualmente a estar con él. Eso para mí fue duro. Cuando llegué a Medicina Legal y me dijeron que eso era un intento de abuso sexual no comprendí muy bien lo que pasaba y, con el paso del tiempo, me di cuenta que hice bien al denunciar.

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Primero fue la denuncia y luego sí fue la parte mediática. Mi mamá no quería hacerlo mediático porque no quería que su circulo social y la familia se enfrentaran a eso, y psicológicamente no estaban preparados para que reconocieran a su hija por esto. Pero en ese momento pensé que si a otra chica le pasa algo y no hice nada, eso quedaría en mi consciencia. Pensé, sin nunca haber hablado de sus ex novias con Carlos, que podrían haber más chicas y efectivamente hice este proceso mediático y salieron dos ex novias con las que me hablo con frecuencia. Ellas contaron sus historias de agresión. Una de ellas quiso poner la denuncia, pero no lo logró precisamente por esos tropiezos que pone la justicia. Acá pasa que te vuelven los procesos largos, no comes por muchos días y te revictimizan. Denunciar es todo un proceso y uno desiste.

Muchas mujeres deciden no denunciar porque sienten que no les dan una protección real…

Hay que denunciar. Y sí, desgraciadamente no hay protección. Aquí los procesos son muy lentos y la justicia te tiene que ver ‘hecha mierda’, golpeada o con una herida profunda para que te tome en serio. El hecho de hacer la denuncia pública y hablar es importante, porque si seguimos callando estas cosas no va a haber ningún cambio. Están las leyes, pero si no las hacemos valer no sirve de nada. Es tener la ley e ignorada porque las personas no hablan y dan por hecho que están bien. Aquí lo importante es que hay un castigo social, porque hay una presión, algo visible y eso es lo que en mi caso sirvió. Gracias a Dios mi proceso fue rápido y me gustaría que fuera igual para otras mujeres porque hacer justicia es difícil. Aunque lo mío, en teoría, fue una semi justicia.

«Debo decir que cuando pasé por todo esto nunca me imaginé hacerlo público, porque uno no espera que estas situaciones lleguen a este límite»

Carlos le pidió disculpas, ¿cómo fue ese proceso?, ¿lo sintió sincero?

Estábamos en la audiencia y mi abogado solicitó que él pidiera las disculpas públicas, no fue porque a él le naciera. Él las pidió, reconoció su error y se declaró culpable. Apenas salí de la audiencia envíe un comunicado por Facebook en el que agradecía a todos por el apoyo, en donde conté que él había ofrecido disculpas públicas y que había aceptado un error, que para muchos victimarios no es normal. Intenté darle la posibilidad de cambiar. Pero recibí hostigamientos de la familia y de él. Carlos dijo, en la página de la Fundación Maisa, que mis pretensiones económicas eran desorbitantes; un amigo de él escribió en mi muro detalles de la audiencia y la mamá de él dijo que ni las personas que comentaban, ni yo, habíamos visto tanto dinero junto.

En la audiencia no sentí que la víctima fuera yo, sino él. A mi abogado no lo dejaron hablar tres mujeres y yo cambié el delito de violencia intrafamiliar a agresiones graves dolosas. Eso lo hice, precisamente para darle la oportunidad de que no se fuera a la cárcel, de que pagara una indemnización, porque uno sale de estos procesos con los brazos cruzados. Si no tuviera a mis papás quedo en la calle, además porque dependía económicamente de él para todo. En este momento duermo con mi hermana, no tengo un espacio, el negocio que tenía con él se derrumbó y llegó la hora de pensar en mí. Me parece que esa parte de las penalidades de violencia intrafamiliar deberían tener una indemnización fuerte, más allá de que se vaya preso, porque desequilibran a una persona de tal manera que mire a ver qué hace.

Y si una mujer tiene hijos quedan con los brazos cruzados. Ese factor económico es una de las tantas razones por las que las mujeres callamos: me pega, pero tengo un techo y una comida. A mí me pasó, tenía a mis papás, pero no quería involucrarlos, además porque pensaron que él era una persona de bien y no quería llevarles un problema.

Pensé que esas disculpas de Carlos eran reales y me dio duro… lloré. Le agradecí en su momento por haberlas pedido, le reconocí que aceptar un error frente a tantas personas no era fácil, pero al final la jueza dijo: “Estos casos… a lo que lleva el amor” y pienso que el amor no te lleva a esto. Me ‘ultrarevictimizaron’ y a él lo pusieron como “pobrecito te le cagaste la vida”, pero dónde quedé yo en México, por ejemplo, cuando me dio una paliza que casi me mata, sin pasaporte, encerrada, escondida en un apartamento donde la única persona con la que podía hablar era con él. 

¿Todavía piensa que el camino para él no es la cárcel?

Sí, no me importa lo que digan los demás, yo lo conocí y no creo que tenga sentimientos malos, sino que está desequilibrado. No es un delincuente que tiene sangre fría para matar a otro, pero en la cárcel se va a volver peor.

Desde el principio nunca quise que se fuera preso y me dijeron que era muy boba, que por qué no lo mandaba preso. Pero es que a mí no me sirve mandar a una persona bipolar presa porque con esta justicia sale en dos años a matar a otra mujer, a hacerme daño… quién sabe a qué. Prefiero que tenga un castigo social, porque en este país prima la plata o la imagen. De todas maneras eso lo pensé por el bienestar de él y por el de la mamá que es una víctima de él.

«No es un delincuente que tiene sangre fría para matar a otro, pero en la cárcel se va a volver peor»

¿Aún la juzgan?

Todo el tiempo. Después del proceso fui hostigada por él, por su familia, por su amigo y todo por la indemnización. Aunque para mí lo más difícil ahora es que quedan secuelas y estar con un hombre, hasta en la intimidad, va a ser difícil y eso ni $25 millones lo reparan. Esa plata es la ayuda para un nuevo comienzo y para crecer nuevamente, pero esto que me pasó me ayudó a conocerme más, a ver de lo que puedo ser capaz, a saber que puedo ayudar a otra chica que pasó por algo igual. Esto ha sido un despertar.

¿Cómo ha sido ese proceso de romper el silencio y el trabajo en la fundación Maisa?

Con la fundación ha sido la experiencia más linda de mi vida y gracias a Maisa por la ayuda psicológica y herramientas para seguir adelante. Ahí me di cuenta que no podía permitir que esto le pase a otra mujer y trabajo para que se den cuenta que esto pasa en todos los estratos sociales, no solo en los bajos, y que esto lo tapan. Quise hacer una diferencia para mí y ver hasta dónde puedo llegar. En la fundación estoy en la red de apoyo a las mujeres que están pasando por lo mismo que pasé. Mi objetivo en este momento es ayudar y buscar más personas se unan.

¿Cómo va su proceso judicial?

Tuvimos la última audiencia el 29 de agosto y conciliamos. Íbamos a apelar, pero por cuestión de tiempo no se pudo. Le dieron 23 meses de cárcel, pero como fue conciliatorio no va para allá. En cinco años no puede salir del país y su pasado judicial está marcado. Si en esos cinco años vuelve a cometer estos actos de agresión lo envían a la cárcel. Eso sí, a pesar de querer conciliar recibí agresiones de Carlos en redes sociales que quedaron como evidencia.

Quiero que este proceso se acabe, porque me siento estancada y no progreso. Quiero pasar la hoja y cerrar este capítulo negro, y quiero que las demás personas vean que se puede, porque si uno puede con las demás personas es posible. La vida en general no se lleva sola y hay que buscar ayuda.

Eso sí, a pesar de querer conciliar recibí agresiones de Carlos en redes sociales que quedaron como evidencia.

¿Cómo romper el silencio?

La pregunta más importante es: ¿Quiero que esto se repita todos los días de mi vida?. Si es así, serán personas infelices por hacer feliz al otro. Uno se vuelve sumiso y cada vez se siente menos, entonces hay que pensar si quieren eso toda la vida. Hay que pensar en sus hijos y en su familia. Con las instituciones el proceso es lento, pero si lo hacemos unidos lo vamos a superar más fácil, tampoco hay que­­ dejarnos revictimizar.

 

 

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