Bogotá

“Siempre voy a tener miedo”: Kelly Méndez

De la peor manera, esta mujer se dio cuenta de que la obsesión puede matar. Su expareja, Yerson Neva, le clavó un puñal en el pecho y la secuestró. Está viva, pero su calvario comenzó cuando no encontró apoyo de la justicia. Este es uno de los casos a los que PUBLIMETRO le hará seguimiento

Ya casi son tres años desde el ataque, ¿cómo han sido?

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Duros, porque no tuve un proceso de sanación normal, no como el que tuvieron otras mujeres que se restauraron física y mentalmente, y luego salieron al mundo para empoderarse. Tomo esos casos como ejemplo, porque me encantaría hacer lo mismo. Cuando pasó todo solo pensaba en mi hijo, pensaba en mi familia y fue muy duro verme el pecho cosido.

Salí y afronté lo que pasó, además de mi dependen mi mamá, mi hijo y mi hermano, y no estoy sola. Soy el eje de la familia y cuando llegué a mi casa al primero que vi fue a mi hijo preguntándome qué me había pasado y no le dije lo que pasó, no pude. Le conté otra historia y sé que se lo tengo que decir, pero aún no lo he hecho. Ese es otro camino que debe recorrer. En ese momento tenía dos opciones: me levantaba de esa cama y afrontaba lo que pasó o dejarme caer. Decidí levantarme, pero no tuve en cuenta que también tenía que levantar mi ser, mi interior y no tuve en cuenta que la fortaleza física que tenía no me iba a ayudar a sanar mi interior. Aún hago esa terapia, no he podido hacer una restauración interna, ni una conciliación conmigo misma y a veces llega un domingo a las 9:00 p.m., y me pregunto por qué nadie me vio o me escucho y eso lo hago porque aún vivo en la misma casa, en el mismo lugar cerca al ataque.

Además de la lucha judicial, que ha sido todo un karma para mí porque no existía la Ley Rosa Elvira Cely, ahora he tenido que tocar muchas puertas y luchar. Incluso llamé a la línea 155 y estaba ocupada. Busqué en internet ayuda para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar y encontré las Casas de Igualdad de Oportunidades del Distrito, y cuando llamé me dijeron: “Tiene que venir y exponer su caso”, igual me acerqué. Cuando llegué y estuve frente a la abogada sentí que me miró como ‘otro caso de violencia intrafamiliar’. La gente no me creyó o asumieron que no era tan grave porque no me había pasado algo en la cara y ese es un error que comete la sociedad: estigmatizar y pensar que si no tienes la cara destruida, entonces no está pasando nada. Las personas me decían: “Pero no le pasó nada en la cara”. Pensaba si no fue suficiente con que me clavaran un puñal en el pecho.

«En ese momento tenía dos opciones: me levantaba de esa cama y afrontaba lo que pasó o dejarme caer»

Cuando dice que sufrió un karma judicial, ¿a qué se refiere?

Todo estuvo mal desde el principio. Me contacté con mi abogada y el tiempo empezó a correr en mi contra por el recurso de defensa. Me acuerdo bien que un día me acerqué a la Fiscalía y hablé con la juez Luz Esmerinda Blandón, jamás voy a olvidar ese nombre, y cuando nos vimos me dijo: “¿Usted es la del caso de La Calera? Tranquila que ese caso va solo, el muchacho llegó llorando y está arrepentido”. Cuando ella me dijo eso, no sabía qué pensar. Según esto, este señor aceptó todo, entonces eso hacía más fácil el proceso porque, según ella, no había que investigar nada ni recolectar pruebas. También me acerqué a otro fiscal que me dijo: “Mire todo lo que tenemos de casos de violencia, pero me acuerdo de usted porque está viva”. Me quedé sin palabras.

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Me puse a preguntar y uno de los agentes del CTI que me ayudó ese día me dio la mano y así fue que supe que Yerson estaba en la casa. Desde ese momento todo estuvo mal.

Pero decidió hablar…

Con mucho miedo lo hice porque pasaron cosas como lo de Tatiana Fandiño. Primero, me contacté con un periodista que me dijo que me iba a exponer más, me metió terror, más del que tenía. Lo volví a pensar y tomé la decisión más dura en ese momento, así que le escribí a Jineth Bedoya, quien se convirtió en un ángel para mí. Nos pusimos una cita en una audiencia de alegato y le conté todo lo que había pasado. Ese día me enteré de que el señor ya estaba en La Modelo. Además, la abogada que tenía no me servía, después ninguna quería saber de la otra y hasta una juez me advirtió que no volviera con ella. 

«Me acerqué a otro fiscal que me dijo: “Mire todo lo que tenemos de casos de violencia, pero me acuerdo de usted porque está viva”. Me quedé sin palabras»

Aún tiene miedo?

Siempre voy a tener miedo, pero tengo que seguir mi vida porque soy yo la que está afrontando la situación. Tengo que seguir adelante por mi hijo y mi familia.

Usted dice que aún vive en el mismo lugar, ¿qué la ha detenido a cambiar de vida radicalmente? 

Fácil, no tengo un apoyo económico. El papá de mi hijo no responde por él, pago mi universidad y aporto en mi casa. Si cambio de casa, eso significa un arriendo, cambiar a mi hijo de colegio, de todo y para eso necesito dinero. Pero mi idea es cambiar y dejar todo atrás.

¿Aún la juzgan por las decisiones que tomó cuando estaba con Yerson?

Ya no lo siento, pero cuando todo pasó, los comentarios en redes sociales eran crueles. Mucha gente decía, sin saber qué pasaba, que la culpa había sido mía, que le perdoné muchas cosas, pero es que nunca fui víctima de violencia física que me previniera de eso y en ese momento no me daba cuenta de las señales de violencia psicológica, porque él sí me decía que nadie me iba a querer por gorda, que nadie me iba a tomar en serio, que los hombres solo me iban a querer para sexo y que me tenía que quedar con él. Pero jamás me di cuenta y siento que si la gente habla, no sabe por lo que atraviesa una persona que ha sido víctima.

¿Lo ha vuelto a ver?

No, y no quiero, porque no sé qué reacción voy a tener. No sé si me da miedo o quiera hacer otra cosa.

¿Qué fue lo más duro de romper el silencio?

Ser juzgada por mi propia familia, pero no guardo rencor. Pero con esto quiero demostrar que si hablo, me protejo y protejo a mi familia. Es tedioso, pero hay que hacerlo porque puedo ayudar a otra mujer y siempre las dirijo a esas personas que las pueden ayudar de verdad. Sí, tengo un resentimiento con la línea 155 y con la Secretaría de la Mujer, que si bien están trabajando por mejorar, esta es la hora en la que no le han dado cierre a mi caso, no me han llamado para entregarme eso.

«Mucha gente decía, sin saber qué pasaba, que la culpa había sido mía, que le perdoné muchas cosas»

¿Quién fue su apoyo durante estos años?

Mi mamá, mi hermano y mi hijo. Por ellos tres estoy acá, si uno de ellos me falta o si yo me hubiera ido esa noche se que mi familia se destruye.

¿Cómo se describe esta Kelly?

Como una montaña rusa. Hay días en los que me levantó positiva y pienso que todo va a salir bien, pero hay días en los que digo que no puedo, que tengo mucha carga y me siento culpable. El daño está adentro porque no puede ser posible que pasemos de que una persona un día te dice que te ama y al otro te clava un cuchillo. ¿Quién me soluciona ese daño emocional? No confío en la gente, no confío en los hombres y puedo ser sociable, pero confiar no puedo. Me costó trabajo, porque hasta este año hice el ejercicio de empezar a relacionarme con los hombres, de esto han sido testigos mis amigos más cercanos, y es peor si me subo a un carro, si veo el mismo modelo, son muchas cosas.

¿Cree que la ley contra el feminicidio ha servido de algo?

Sí y no. Esta ley les ha dado más visibilidad a estos casos en donde son maltratadas físicamente, emocionalmente e incluso financieramente. Pero otra cosa es cuando aplican la ley y después dejan la victima a su suerte. Quién nos protege, quién nos ayuda a salir adelante, quién nos da una mano. Eso queda ahí.

Cuando todo pasó le pedí ayuda a mi abogado para salir de la ciudad y llevarme mi hijo, la respuesta fue que como no estaba en situación de vulnerabilidad, pues esos casos no aplicaba ese tipo de protección. Me tienen que ver muerta para decir que soy vulnerable, porque él sabe dónde vivo, sabe de mi familia y mi hijo. ¿Por qué solo tienen en cuenta los casos emblemáticos?, ¿acaso tienen que estar muertas para recibir ayuda?.

¿Cómo va su caso?

Se que él aún está en Las Heliconias, en Caquetá, y se supone que debe cumplir ocho años, porque él dijo que prefería eso antes de pagar una indemnización y así debería cumplirse. Pero esos ocho años empezaron a contar desde el momento en el que lo capturaron y no desde el momento en el que entró a la cárcel, así que ya lleva tres años. Pero no se qué garantías judiciales tendrá y puede salir antes.

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