Bogotá

La historia de dos exhabitantes de calle que el amor salvó

Actualmente cerca de 4000 habitantes de calle están recibiendo atención por parte del Distrito

Desde la intervención realizada en la llamada “L” se han conocido todo tipo de historias sobre lo que se vivió y viven actualmente quienes un día entraron en sus calles para no volver a salir.

José de Jesús Cabrera tiene 53 años y hace seis decidió dejar las calles ya que tenía una infección en un pulmón, tuvo una trombosis y una neumonía. Llegó al Centro de Alta Dependencia Funcional de La Mesa (Cundinamarca) y conoció a Jeimy Pineda, otra habitante de calle.

Ella, por su parte, pasó 22 años de su vida en las calles y, por un accidente automovilístico, tiene una discapacidad física. Para José fue amor a primera vista. Como estaban en una misma condición, se fueron enamorando mientras contaban sus historias de vida.

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Cuenta José que empezó cuidándola y luego le brindó su amistad. “Empezamos a tener un conocimiento con ella y cuando lo tuvimos yo le dije: ‘mire si usted está interesada tratémonos, quiero ser pareja suya, si ‘vusté’ me acepta’ tenemos un compromiso como pareja”, contó el hombre.

Tenían un pasado en común. Ella, por ejemplo, era maltratada por su mamá constantemente y él, por su hermano. También estuvieron en las calles de Bronx, luego de huir a la realidad que estaban viviendo. Ambos tienen hijos de los cuales perdieron el rastro hace muchos años.

José empezó probando la marihuana y el bazuco. Jeimy, por su parte, empezó con el pegante y luego pasó a alucinógenos más fuertes.

Ahora, tras su proceso de recuperación, viven juntos en una habitación del barrio San Vicente en Tunjuelito, donde se ayudan el uno al otro para no recaer en el “demonio” como el mismo José lo llama.

“A mí me gusta ser sincero y claro, a veces a uno le dan ganas. Pero entonces ella me aconseja mucho y me dice que no quiere saber nada de la calle. Es como el cuento, son malos pensamientos que lo llevan a una vaina que uno no quiere saber nada, pero si uno no pone de su parte, no se recupera. El consumo de drogas es algo que no se lo deseo a nadie, ni al más enemigo, porque es el demonio el que lo influye a uno. De la calle no le quedan a uno sino tristezas y sufrimientos”, finalizó.

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