A Rupert Hunt, creador de un sitio web para arrendar habitaciones en una casa compartida, la vida le guardaba una sorpresa: un día él mismo usaría el servicio.
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Hunt tenía 29 años cuando en 2004 lanzó SpareRoom, como una alternativa para facilitar la búsqueda de habitaciones disponibles en casas compartidas en Londres.
Y esperaba que la mayor parte de los interesados serían estudiantes o jóvenes veinteañeros.
Pero años más tarde, cuando tenía 38, se separó de su esposa y se dio cuenta que no quería vivir solo. Fue en ese momento cuando por primera vez se convirtió en cliente de su propia empresa.
"Estaba divorciado y extrañaba estar acompañado en la casa", cuenta.
Hoy, con 43 años, Rupert todavía vive en una casa compartida y asegura que está lejos de ser el único profesional de esa edad que vive de esa manera.
"El área de mayor crecimiento en el mercado de la vivienda compartida es el segmento de los que tienen 40 años", dice.
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"Quizás vienen saliendo de relaciones y financieramente no pueden vivir solos. O como yo, puede ser que estén aburridos de vivir solos y quieran tener compañía".
Actualmente la empresa SpareRoom está disponible en Reino Unido y Estados Unidos, y asegura que más de 11 millones de personas visitan la web mensualmente.
Nada mal para un negocio que Hunt inició en la granja de su padre en el norte de Inglaterra.
¿Cómo se le ocurrió la idea?
Rupert era el bajista de una banda y no tenía la intención de crear un negocio.
Pero como no podía dedicarse solo a la música, mientras reponía productos en un supermercado londinense, aprendió a diseñar sitios web en su tiempo libre.
Estaba en eso, cuando se dio cuenta que era difícil encontrar habitaciones para arrendar en la capital británica.
Cansado de buscar en periódicos o en carteles pegados en la ventana de algún negocio, decidió crear en 1999 una web con listas de arriendos llamada IntoLondon.
El proyecto le generó unos pocos cientos de dólares al mes, que complementaban sus ingresos como diseñador online.
Tras mudarse a vivir a Manchester en 2002, descubrió que en esa ciudad británica también era difícil arrendar una habitación y comenzó a ponerle más atención a su página web.
Fue en esa época que le cambió el nombre a SpareRoom, lanzando el negocio oficialmente en 2004.
El modelo de negocio mostró ser exitoso y aunque el acceso a la información de la web es gratuito, los clientes pueden pagar para destacar avisos o intercambiar mensajes primero que otros.
Como casi no tenía dinero para invertir en publicidad, organizó un evento para encontrar compañeros de casa en un pub londinense.
Siguiendo el mismo estilo de las reuniones organizadas por sitios de citas en que la gente se encuentra en un bar y tiene algunos minutos para conocer a los candidatos de una posible relación, en este caso, las personas conocían a los potenciales compañeros de casa.
"Logramos convencer a un medio local para que reporteara el evento", cuenta Rupert.
"Y de repente, teníamos al periódico The Times llamándonos".
El negocio terminó en titulares de varios medios y hasta recibió cobertura de televisión y radio.
En la medida que la firma fue creciendo, Rupert y su única empleada en aquel entonces, Gemma Allen-Muncey, se fueron a trabajar a una oficina en Manchester y unos años más tarde la empresa se trasladó a Londres.
El gran salto
Rupert cuenta que en 2007 el sitio web comenzó realmente a triunfar y tuvo que contratar a otros desarrolladores para responder a la demanda de trabajo.
Había puesto un anuncio diciendo que buscaba compañeros de casa que solo pagaran lo que podían. Recibió miles de postulantes y mucha cobertura mediática.
Más tarde repitió la misma estrategia en Nueva York, cuando arrendó un amplio departamento en Manhattan, expandiendo el negocio a EE.UU.
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Con 80 empleados, Rupert cuenta que SpareRoom tiene ventas anuales por más de US$10 millones y se siente orgulloso de que nunca ha necesitado un inversionista externo.
Además, le encanta seguir viviendo en una casa compartida.
"Vivir con otra gente hace que tu vida sea más improvisada: un día alguien cocina, otro alguien quiere ir a tomar una cerveza", cuenta.
"Me gusta estar acompañado, se siente como una familia sustituta".
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