Es octubre, pero en su escritorio en la redacción de La Prensa Gráfica el calendario está fijado en abril, cuando murió. En una esquina de la mesa, la periodista salvadoreña sonríe en un dibujo que le hicieron sus colegas, con una leyenda que dice: "Hasta siempre". Unos tulipanes de plástico adornan la mesa. Quizá estén ahí desde abril. Ya no hay computadora. La silla en la que se sentaba dice "Karla" en el respaldo. La extrañan.
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El 14 de abril de este año, el cadáver de Karla Turcios fue hallado en una carretera desolada, 92 kilómetros al norte de San Salvador.
Su cuerpo de 33 años mostraba señales de estrangulamiento y su cabeza estaba envuelta con bolsas de plástico amarradas al cuello.
Un lugareño la encontró tirada en una zanja entre la vegetación y alertó a la policía.
La noticia inicial de su desaparición y el posterior informe de su muerte fueron ampliamente divulgados en la prensa y provocaron indignación pública.
Su pareja de siete años, Mario Huezo, fue acusado de feminicidio agravado y, de ir a juicio, podría pasar hasta 50 años en prisión.
Turcios no fue la primera ni sería la última víctima en el país, pero sí la que provocó que, por primera vezen El Salvador, el gobierno declarase una alerta nacional de feminicidios.