El horror cabe en un pequeño cuarto que tiene una camilla, un escritorio, un ventilador de pie y papeles apilados sobre un archivador. Es un consultorio médico en El Salvador, pero para muchas es un refugio.
PUBLICIDAD
Acá llegan decenas de adolescentes y mujeres por semana. Cuando la doctora Zulma Méndez cierra la puerta, cuentan cómo han sido violadas, golpeadas, quemadas.
Casi siempre son hombres los que las dejan así. Casi siempre, también, van allí antes de pedir ayuda al vecino, a la familia, a la policía.
"Las ves golpeadas, fracturadas, vienen con evidencia y no quieren denunciar por miedo a que las persigan o haya alguna represalia", explica la internista.