En 1945 Reino Unido logró salir victorioso de la Segunda Guerra Mundial pero los años de combate tuvieron un costo enorme, no solo humano sino también económico.
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El país estaba fuertemente endeudado y tardaría años en recuperarse. Sin embargo, los británicos tuvieron una importante ventaja en comparación con el resto de Europa: todo seguía funcionando, desde las carreteras hasta los ferrocarriles y los puertos.
Las fábricas británicas producían artículos de todo tipo y lo que mejor hacían era construir aviones.
El poder de la aviación había salvado a Gran Bretaña en 1940 y había sido crucial para la victoria aliada en 1945.
Durante la guerra, los fabricantes de aviones de esa nación -compañías como Supermarine, Avro y Vickers- habían construido 131.500 aviones.
Para 1944, había más británicos construyendo aviones que sirviendo en el ejército y muchos creían que en tiempos de paz esa industria sería la salvación del país.
Sin hélices
El genio del país para construir aviones no tenía rival.
Aviones ultraligeros, ultramodernos y muy rápidos, con formas y diseños futuristas que rompían todo tipo de records aeronáuticos: de velocidad, de altitud y de distancia.