Han pasado 35 años, pero en el recuerdo de Italia, Emanuela Orlandi sigue como una muchacha de 15, la edad que tenía el día en que desapareció.
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Esa tarde, el 22 de junio de 1983, la adolescente, hija de un maestro del Vaticano, salió de una clase de música en Roma y nunca más se le volvió a ver.
El misterio, las teorías y las conjeturas sobre lo que sucedió han resistido la pátina olvidadiza del tiempo.
Y las causas, los rostros y las manos detrás de lo sucedido siguen siendo una llaga abierta en la memoria colectiva de Italia.
Por más de un cuarto de siglo, se le ha asociado a conspiraciones entre obispos, sacerdotes y altos miembros de la Curia Romana, de agentes búlgaros, de la mafia siciliana, la K.G.B. y hasta de la CIA…
Incluso, se ha hablado de un grupo asociado a Alí Agca, el hombre que atentó contra el papa Juan Pablo II en 1981, que en una supuesta llamada pidió la libertad del turco a cambio de la joven.
Pero hasta ahora, nadie tiene certezas de lo que sucedió y, desde el martes, una noticia ha dado nuevos tintes a la leyenda.
La gendarmería (policía) vaticana anunció que se habían encontrado unos restos humanos durante unos trabajos de restauración en la Nunciatura Apostólica en Roma.