Fue en medio de una borrachera en el famoso club nocturno de Berlín, Berghain, que Alex*, quien ahora tiene 31 años, se dio cuenta de que había perdido el control.
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En ese momento tenía 25 años y bebía con frecuencia hasta caer desmayado.
Pero para Alex, ese fin de semana de 2012 fue un llamado de atención crucial que, potencialmente, le salvó la vida.
"Empecé a beber a los 16, a la misma edad en que revelé que era gay", cuenta.
"Pensaba que necesitaba alcohol para ser la persona que quería ser. Cuando no bebía, me ponía muy ansioso".
"No pensé que era alcohólico porque seguía estas otras ‘reglas’: comía ensalada, iba al gimnasio todos los días, tenía un buen trabajo. No bebía por las mañanas, a menos de que aún no me hubiese ido a acostar".