Cuando nos enteramos de la aparición de una nueva enfermedad que causa estragos en un país o incluso alrededor del globo buscamos informarnos sobre las causas, los síntomas y cómo podemos evitarla.
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Rara vez nos ponemos a analizar el nombre de la enfermedad y quién la llamó así.
Sin embargo, los nombres de las enfermedades tienen un enorme peso político, económico y social.
"Cuando surge una nueva amenaza a la vida, la primera y más apremiante preocupación es nombrarla", asegura la periodista científica Laura Spinney en su libro "Jinete Pálido: La gripe española de 1918 y cómo cambió al mundo".
Spinney le explicó al programa "Word of mouth" (Boca a boca), de Radio 4 de la BBC, por qué es tan importante la denominación.
"Es muy difícil hablar de algo que no tiene un nombre y aún más difícil combatirlo. Una vez que le has puesto un nombre puedes hablar sobre él, discutir sobre posibles soluciones, adoptar o rechazar esas soluciones, transmitir un mensaje de salud pública y pedir que la gente la cumpla", afirmó.
"Creo que no hay nada más atemorizante que algo que no tiene un nombre y no sabes lo que es", agregó.
No obstante, a veces cuando aparece una enfermedad infecciosa las autoridades se apuran en nombrarla incluso antes de conocer todos sus síntomas y efectos. Y en ocasiones esos nombres terminaron siendo erróneos o confusos.