Una lesión en la cabeza no solo dejó a Byron Schofield con secuelas físicas y mentales. También lo llevó a cometer el crimen por el que acabó en prisión.
Era una noche de agosto de 2010, y Byron Schofield, quien acababa de cumplir 19 años, caminaba por su ciudad natal de Liversedge, Inglaterra, con su hermano menor, Reece.
Al entrar en un callejón un grupo de hombres empezó a perseguirlos, y sin previo aviso uno de ellos atacó a Byron con un martillo.
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Byron recuerda poco del incidente, pero está seguro de que nunca había visto a estos hombres antes. No le robaron, así que no se sabe la razón del ataque. Nadie ha sido procesado nunca.
En el hospital le diagnosticaron una hemorragia cerebral y una fractura de cráneo. Le extirparon parte del cráneo para aliviar la presión sobre su cerebro y lo colocaron en coma inducido durante tres días bajo supervisión constante.
Nadie sabía si sobreviviría, pero se recuperó.