Ramón Valderrama decidió dejarlo todo y empezar de cero el día en que en Venezuela el kilo de carne empezó a cotizarse en 10 millones de bolívares.
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Para ese entonces el salario mínimo era de 5 millones, lo que apenas alcanzaba para pagar por medio kilo.
“Yo ganaba bien, unos diez salarios mínimos, tenía una ayuda que me mandaban de México, pero ni con eso podía comprar la comida para la casa”, le dice a BBC Mundo.
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Ese día supo que, por más que trabajara, el dinero nunca le alcanzaría para sobrevivir. Entonces tomó la decisión del exilio.
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En las siguientes semanas preparó su salida. Dejó su empleo en una compañía telefónica, reunió sus ahorros y junto con uno de sus hijos y su madre abandonó Venezuela.
Desde entonces vive en Querétaro, en el centro de México, donde ha depositado sus esperanzas en un restaurante de hamburguesas.