Dos personas se atraen, se seducen y tienen sexo. Todo culmina con un orgasmo fenomenal seguido de una sensación de calma y bienestar.
¿Suena bien, cierto?
Pues para muchas personas en realidad no es así.
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Para quienes experimentan un síndrome llamado disforia poscoital (DPC), en vez de disfrutar el placer que sigue al sexo, los invaden sensaciones de tristeza, vergüenza y ansiedad sin razón aparente.
"Es difícil medirla, pero después del sexo tengo una fuerte sensación de autodesprecio", dice un hombre que hizo parte de un reciente estudio sobre la DPC.