En medio de una de las peores crisis financieras en décadas, Malasia dijo no al Fondo Monetario Internacional.
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El país asiático optó en cambio por seguir "el principio Sinatra y hacer las cosas a su manera", en palabras del entonces primer ministro y actual primer ministro electo, Mahathir Mohamad.
Más de 20 años después, en un momento en que el FMI analiza el préstamo pedido por Argentina, la experiencia malaya cobra interés de nuevo.
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En 1997, el Sudeste Asiático se enfrentó a la tormenta económica perfecta. El 2 de julio, la cotización de la moneda tailandesa, el baht, se hundió un 20% después de haber abandonado la paridad con el dólar.
Las divisas de Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Filipinas, entre otros países de la región, la siguieron en una reacción en cadena que hizo que los mercados entraran en pánico.
La tormenta perfecta financiera
La crisis subsiguiente tuvo importantes consecuencias políticas y sociales -como los disturbios que llevaron a la dimisión del presidente Suharto de Indonesia tras 30 años en el poder- e hizo que el PIB de los países de la Asociación de Asia-Pacífico (ASEAN) se contrajera en más de US$220.000 millones.
Para finales de 1998, el Fondo Monetario Internacional había aprobado rescates en la región por valor de US$117.000 millones.
Una financiación sujeta a estrictas condiciones: drásticos recortes en el gasto público, aumento de las tasas de interés y reducción del déficit público.