La situación se calienta en Hawái, literalmente.
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El volcán Kilauea sigue despierto, vomitando lava, humo y cenizas sobre la Isla Grande, mientras nuevas señales indican que las cosas pueden ir a peor.
En los primeros días, una lava densa brotó de las grietas de la montaña, pero eran flujos espesos y muy lentos que terminaban formando pozos y apenas se esparcían por los alrededores.
"Inicialmente, vimos que el magma que estaba brotando era antiguo. Había estado cerca de la superficie por décadas y el contacto hizo que perdiera con el tiempo gases tóxicos y que se formaran cristales", explica a BBC Mundo la vulcanóloga Janine Krippner.
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Esto, según la investigadora de la Universidad Concord, en Estados Unidos, conllevó a un cambio en la "química del magma", lo que provocó que la lava se volviera más densa y más lenta, como se vio en los primeros días.
Pero desde finales de la semana pasada, el panorama cambió.
Más de 20 nuevas fuentes de magma comenzaron a brotar en las zonas cercanas a la montaña, de donde más de 10.000 personas debieron ser evacuadas ante el peligro inminente.
Para el domingo, la lava llegó incluso al mar y la reacción con el agua salada comenzó a producir una nube tóxica conocida en inglés como lazeen, una combinación mortal de ácido clorhídrico y partículas de vidrio que se extiende todavía por una región costera de la isla.