"Debió de ser un proceso bastante espantoso que implicaba la extracción, a través de la nariz, del cerebro y los órganos internos, las vísceras", empieza John J. Johnson, de la Sociedad de Exploración Egipcia (EES, por sus siglas en inglés).
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"El cuerpo era entonces lavado y cubierto con aceites", continúa, describiendo el complicado proceso de la momificación empleado en el Antiguo Egipto.
Han pasado 95 años desde la excavación de la tumba del faraón Tutankamón y el fenómeno sigue provocando fascinación.
Y también ha alimentado la imaginación de los cineastas, usualmente bajo la forma de un malévolo personaje vendado que mata para vengarse de la profanación cultural y el amor prohibido.
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Efectivamente, aunque es fundamentalmente una creación cinematográfica, la momia que vuelve a la vida está supuestamente inspirada en la llamada maldición de Tutankamón.
Según reportes periodísticos de inicios de la década de 1920, varias personas vinculadas a la expedición del arqueólogo británico Howard Carter al Valle de los Reyes en 1922 murieron de forma prematura, entre ellos su financiador Lord Carnarvon, quien falleció por culpa de una picadura de mosquito.
Y aunque la leyenda comparte similitudes con otras representaciones de monstruos vivientes, como Drácula o Frankenstein, la misma parece estar más arraigada en la memoria colectiva porque su punto de partida es un hecho real: la exhumación del rey Tut.
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"Egiptomanía"
El frenesí mediático por la excavación hizo que una particular idea de lo egipcio se apoderara de la imaginación popular, llegando incluso a alimentar el desarrollo de un estilo arquitectónico: el Art Déco.
De hecho, muchas salas de cine estadounidenses de los años 20 también se adornaban con extravagantes decoraciones que imitaban la opulencia del Antiguo Egipto. Y para capitalizar esa egiptomanía Universal Estudios produjo "La momia"en 1932.
La película es recordada sobre todo por la interpretación de Boris Karloff como Imhotep, un sumo sacerdote momificado que resucitado gracias a la lectura de un pergamino mágico.
Imhotep se convence de que su amor perdido, Ankh-es-en-amon (nombrada así por Ankhesenamun, la media hermana y esposa del rey Tut) se ha reencarnado como una mujer que tiene una similitud sorprendente con su esposa fallecida.
El guionista del filme, John L. Balderston, había sido uno de los corresponsales que informaron sobre la apertura de la tumba del rey Tut, lo que le dio cierto toque de legitimidad a la película.
Y, en su esencia, este atmosférico thriller psicológico dirigido por el cineasta expresionista alemán Karl Freund, es una historia con moraleja sobre los peligros de interferir con las costumbres ancestrales de una cultura extranjera.
Pasaron ocho años antes de que Universal produjera la siguiente película sobre momias: "La mano de la momia" (1940) una secuela bastante simplista de la original.
A pesar de la creencia popular, en ese filme, Karloff sólo aparece durante la memorable apertura de 10 minutos. Y fue sólo en lo que siguió que la resucitada criatura se convirtió en la amenaza torpe y pesada que conocemos hoy día.
Pero la idea de una momia en movimiento le habría sido completamente ajena a los antiguos egipcios y va en contra de todo el concepto de momificación, que se usaba para preservar a las muertos para garantizarles una vida tranquila y pacífica en el más allá.
Acosada por su propia maldición
Hammer Studios trajo a la momia de vuelta con "La momia", de Terence Fisher, en 1959, un filme que hizo honor a la leyenda original y reconoció el atractivo romántico de la criatura al volver a incorporar la figura de Ankhesenamun en la princesa Ananka (interpretada por Yvonne Furneaux).
El guionista Jimmy Sangster tomó prestadas las secuelas irregulares de Universal y le puso el apodo de Kharis a la criatura (interpretada por Christopher Lee), suponiendo erróneamente que era el verdadero nombre de un dios egipcio.