"Ojalá se haya escapado de nuevo".
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Eso fue lo que pensó Vianey Claret Hernández sobre su hija Ashley Angelie Rodríguez cuando hace exactamente un año supo por la televisión que el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, un albergue público para menores de Guatemala, ardía en llamas.
Rodríguez sería una de las 41 niñas que morirían en el incendio, tras haber sido encerradas por las autoridades del centro a modo de castigo en un aula de 4 metros por 3. Otras 15 resultarían gravemente heridas, obligadas a someterse a amputaciones y a usar prótesis de manos, orejas, nariz.
Pero eso, aquel 8 de marzo de 2017, su madre aún no lo sabía.
"’Ojalá se haya fugado. Ojalá se haya fugado, tan rebelde que es’", me repetía yo mirando a la pantalla", le cuenta Hernández a BBC Mundo un año después.
Y es que tenía experiencia en eso de huir.
La primera vez que Rodríguez ingresó en el que, por su espeluznante historial, se conocía como "hogar inseguro" fue el 20 de junio de 2016. Tenía 13 años.
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Se había escapado de casa y andaba vagando con una amiga, y su madre, asustada de algo le pudiera pasar —"las calles nada bueno traen, solo sufrimiento, explotación, cárcel"— alertó a las autoridades de su desaparición.