Marlène Morin tenía 15 años cuando salió de la isla de Reunión rumbo a Francia, sin saber que tendría que esperar casi 52 años para volver a mojar sus pies en el océano Índico.
PUBLICIDAD
"Me habían prometido que iba ir a la escuela, que iba a poder regresar todos los años para ver a mis hermanas", cuenta.
"Pero las cosas no fueron así", dice, para luego lamentar el haber crecido lejos de su familia y eventualmente perder todo contacto con su pasado: "Me quitaron todo. No me queda nada, absolutamente nada".
Y, como Morin, cientos de nacidos en Reunión le reclaman al Estado francés por una separación traumática.