Doce horas bastaron para que la vida de Alejandro Gaviria cambiara drásticamente. Lo que en la mañana era una sensación de hastío e indigestión que él le atribuyó al exceso de la noche anterior, de repente se convirtió en un cáncer linfático.
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Una enfermedad, con toda la crudeza que la palabra trae en su letras, que en su caso era, además de triste y preocupante, bastante paradójica.
Alejandro Gaviria es desde hace casi seis años el ministro de Salud y de Protección Social de Colombia, así que de gerente de la salud pasó en una mañana a convertirse en el paciente.
Un paciente de un sistema de salud controvertido, en un país que él mismo describe como "muy desigual".
Pero hay otra serie de eventos, de decisiones previas que tomó como funcionario público, de políticas que lideró desde su posición, que ahondan la perplejidad de lo que le pasó.
El también autor del libro "Alguien tiene que llevar la contraria", reeditado recientemente, está invitado al Hay Festival de Cartagena, a la ciudad colombiana, este fin de semana para compartir su historia y sus polémicas posiciones sobre lo que él considera derechos fundamentales, aunque algunos las califiquen como políticas demasiado liberales.
BBC Mundo conversó con él.