Nada en la carrera del mejor jugador de baloncesto latinoamericano de la historia ha sido producto del azar.
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De hecho, nadie hubiera tenido la oportunidad de admirarlo de no haber sido por la obstinación del argentino Emanuel "Manu" Ginóbili de triunfar en del deporte de los gigantes.
Talento tuvo, pero fue su capacidad para contrarrestar las obstáculos que se le iban presentando en su camino lo que ha marcado la diferencia entre lo que podría haber sido y lo que es, toda una leyenda en la mejor liga de baloncesto del mundo, la NBA.
En un artículo publicado en el periódico argentino La Nación, el periodista Diego Morini recuerda como Ginpbili siempre tuvo que luchar contra la fragilidad de su cuerpo.
"Había una puerta con una arcada y él, el más chico de la dinastía Ginóbili, en cuanto tenía una oportunidad intentaba alcanzarla con un salto, pero no pretendía tocarlo con las manos, sino con la cabeza", contó.
"Una, dos, cien, mil veces. No tenía límites. Nunca los tuvo".