Tras años de abandono, dos obras emblemáticas del maestro Alejandro Obregón han sido restauradas y reabiertas al público en Barranquilla, reafirmando el compromiso de la ciudad con la preservación del patrimonio cultural. Se trata de la escultura TeleCóndor (1970) y del mural Tierra, Mar y Aire (1958), piezas que vuelven a integrarse al entorno urbano como parte del legado artístico nacional.
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El anuncio fue hecho por las autoridades locales, quienes subrayaron que esta iniciativa forma parte de una estrategia para fortalecer el cluster cultural y artístico de la capital del Atlántico. El alcalde Alejandro Char destacó que con esta restauración se busca posicionar a Barranquilla como un museo a cielo abierto, accesible para todos sus habitantes y visitantes.
“Restauramos un tesoro de nuestra cultura colombiana. Hoy le entregamos a todos los barranquilleros las obras del maestro Alejandro Obregón: TeleCóndor y Tierra, Mar y Aire, símbolos de nuestra identidad cultural. Preservamos su integridad y estética original como parte de una apuesta por el arte, la cultura y los saberes que enriquecen nuestro tejido social”, expresó el mandatario en redes sociales.
La escultura TeleCóndor, reconocida por su imponente diseño, representa la fusión entre la fuerza de la naturaleza y el poder de la comunicación, y es considerada una de las obras más representativas del artista. Mientras tanto, el mural Tierra, Mar y Aire, elaborado con la técnica de mosaico y ubicado en una zona estratégica de alto flujo peatonal, simboliza la conexión armónica entre los elementos naturales y la identidad caribeña.
Estas intervenciones se llevaron a cabo respetando los criterios de conservación artística y con la participación de expertos en restauración, garantizando así que ambas obras conserven su esencia original.
La restauración de estos íconos del arte no solo embellece el paisaje urbano, sino que también refuerza el papel de Barranquilla como epicentro del arte público en Colombia. La ciudadanía ya puede disfrutar nuevamente de estas piezas, que se suman a otros esfuerzos por revalorizar el legado cultural del país.
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Mural del ‘Águila’ fue donado a la Universidad del Norte
Uninorte recibió el mural “Águila” de Alejandro Obregón, una obra inédita que se incorpora a la Ruta Obregón en Barranquilla, gracias al compromiso de Bavaria y la Fundación Santo Domingo con la preservación del arte y la identidad Caribe. La pieza, pintada al fresco por el maestro en 1963 y hasta ahora desconocida por el público, fue restaurada e instalada en el Restaurante Bocas de Ceniza del Edificio Mario Santo Domingo de la Universidad del Norte, donde estará disponible de forma permanente.
La obra de arte, de 1,91 x 2,59 metros, muestra una águila cienaguera en pleno vuelo, símbolo de fuerza y libertad, y fue trasladada desde la antigua planta de Bavaria en Barranquilla. El proceso de restauración fue liderado por el maestro Jairo Mora Contreras, quien ha trabajado en más de una docena de murales, incluyendo otros de Obregón como “Simbología de Barranquilla”.
Este aporte se enmarca en una visión compartida entre Uninorte, Bavaria y la Fundación Santo Domingo para hacer del arte una herramienta de transformación social. Según Sergio Rincón, presidente de Bavaria, esta donación simboliza “un homenaje al pasado y una apuesta por el futuro, con los jóvenes como protagonistas”. Por su parte, José Francisco Aguirre, director ejecutivo de la Fundación, destacó el valor de la obra en la consolidación de la Ruta Obregón, impulsada desde 2024 por el Banco de la República y guiada por la historiadora Isabel Cristina Ramírez.
La Universidad del Norte ha tenido una relación histórica con el legado de Alejandro Obregón. En 1986 le otorgó un doctorado honoris causa, ha producido un documental sobre su obra “Violencia”, y publicado libros como Obregón 100 años y Cuentos de Juana, ilustrado por el artista. Ahora, además del nuevo mural, su campus cuenta con una reproducción de “Tierra Mar y Aire” y un salón que lleva su nombre.
La donación del mural “Águila” forma parte del compromiso de Bavaria con el desarrollo integral del Caribe colombiano, donde opera una sólida infraestructura productiva. Su presencia en la región incluye la histórica Cervecería de Barranquilla, la moderna planta en Palmar de Varela, la Maltería de Cartagena, y una red de más de 90.000 tiendas de barrio vinculadas a su cadena de valor, generando más de 4.300 empleos.
Por su parte, la Fundación Santo Domingo, con más de 60 años de trabajo en Colombia, continúa promoviendo el acceso a la educación, la salud, el desarrollo territorial y la cultura, con una mirada especial hacia el Caribe.
El campus cultural, que alberga obras de artistas como Norman Mejía, Cristo Hoyos y Bibiana Vélez, y conserva valiosas piezas en su Biblioteca de Colecciones Especiales.
Este traslado no solo recupera una pieza significativa del arte moderno colombiano, sino que también conecta a nuevas generaciones con el pensamiento y la sensibilidad estética de Alejandro Obregón, figura central en la historia del arte nacional.
PUBLIMETRO hablo con el maestro Jairo Mora Contreras quién contó detalles del traslado del mural a su nueva ubicación.
“Fue como ver a un paciente”: el traslado del mural Águila, contado por el maestro Jairo Mora Contreras
¿Qué pensó cuando vio la obra por primera vez? ¿Se encontró con algún reto?
Cuando uno está frente a un proyecto como este, puede decir: “sí se hace” o “no se hace”, según su complejidad. Hay que hacer una propuesta técnica y económica, revisar el muro, la técnica, las afectaciones... Eso uno ya lo hace como inconscientemente, como si estuviera viendo a un paciente. Analiza todo.
Ellos estaban muy interesados, y vieron que sí había viabilidad para la extracción. Eso sí, el tiempo debía ser acelerado, no porque estuvieran presionando, sino porque no podíamos eternizarnos. Eso fue en enero de 2024.
Luego, en junio o julio, el rector me llamó y me dijo que ya todo estaba encaminado. Debían adelantar una documentación, legalizaciones... En noviembre o diciembre me contactó un grupo de arquitectos y abogados para una videollamada. En ese momento yo estaba desmontando unos murales de seis metros de alto en Zipaquirá. Les generó confianza que estuviera en obra y viendo el tamaño del reto.
¿Cómo fue el proceso técnico del desmontaje del mural?
Hay tres métodos para desprender pintura mural: estrappo, stacco y stacco a machete. El estrappo retira solo la capa pictórica, útil para técnicas como acrílico o temple. El stacco a machete implica sacar todo el muro con su soporte, pero es muy riesgoso por el peso. El método que usamos fue el stacco, que consiste en retirar la capa de pañete.
Como era una pintura al fresco, hecha con mortero de cal y arena, el maestro Obregón trabajó el mural en tres días, en tres tareas diarias. Antes de que secara el pañete, pintaba con pigmentos minerales. El color quedaba impregnado, como si fuera vidrio. Uno le pasa la uña y no se cae.
Para retirarlo, se hace un velado pegando telas con una cera-resina. Luego, se construye un muro portante provisional para sostener el pañete de 2 cm que recuperamos. Se retira todo el ladrillo por detrás y queda solo el pañete. Se monta una estructura en perfilería metálica, se incrusta, se funde una resina expansiva, y queda adherido al nuevo soporte. Entonces se cuelga y se quita el velado.
¿Cómo fue el traslado del mural?
Una vez retirado, se contrató una carrogrúa. Tuvimos que bajarlo a pulso con lazos y sacarlo por un balcón. La grúa lo recogió y lo llevó hasta la universidad. Diseñamos unos patines para moverlo y lo empezamos a rodar por una rampa hasta el primer piso. Pero cuando llegaron las escaleras, fue otra historia: ¡seis horas subiéndolo!
Una rueda se dañó, así que lo estacionamos en el segundo piso y rediseñamos el patín. Ya teníamos montada la estructura del caballete flotante, asegurado con un diferencial. Una vez arriba, se colgó el mural, se posicionó y se comenzó el proceso inverso: quitar el muro portante, las telas del velado, limpiar y resanar.
¿El mural tenía daños visibles?
Sí, tenía grietas y zonas con pérdida de pintura. Fue necesario resanar e integrar con mucho cuidado los colores para mantener las mismas tonalidades. Aunque las grietas aún se pueden ver si uno se fija mucho, la obra debe verse integralmente, a cierta distancia, sin caer en la obsesión del detalle mínimo.
¿Dónde estaba ubicado este mural antes? Porque casi nadie lo conocía.
Estaba en una oficina privada de don Julio Mario Santo Domingo, dentro de la cervecería. Luego la convirtieron en sala de juntas. Además, trabajamos de noche, entre las 6 de la tarde y la medianoche, por el ruido de las herramientas y el polvo que generaba el proceso.
¿Y en qué condiciones estaba el muro original?
Era un muro sólido, bien hecho. El maestro preparó el pañete él mismo. Lo que sorprendió fue que hiciera la obra en solo tres días, aunque claro, era un maestro consagrado que ya sabía exactamente cómo plasmar el color.
¿Se siente orgulloso de este proyecto?
Bastante. Todo el proceso duró unos dos meses. Fue una obra muy especial. Estoy muy contento de que ahora esté a la vista del público.