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Diálogo a tres bandas con Raúl Serrano Sánchez y Adolfo Macías Huerta

EN DETALLE
SOBRE LA LITERATURA ECUATORIANA

Visto por ustedes desde adentro, ¿cuál es el lugar de la literatura ecuatoriana hoy en día en el continente? ¿Cuál es el lugar de ustedes dentro de ese mismo espectro?

A.M.H.: responde tú que tienes más perspectiva de esto, por favor…

R.S.S.: yo creo que la literatura ecuatoriana hoy en día tiene un lugar que tiene que ver con los resultados de un proceso histórico en que esa literatura tuvo un gran momento entre los años 30 y 40 en América Latina. Hubo una explosión de la narrativa y la poesía ecuatoriana y eso sin duda inauguró la tradición de la ruptura, algo que lamentablemente no se pudo continuar y las propuestas fueron surgiendo de manera aislada con el pasar de los años. Hoy en día la literatura ecuatoriana se está disputando, como muchas otras, lo que llaman la literatura menor, pero en el mejor sentido de la palabra. Es decir, una literatura que desde los márgenes, desde la periferia y casi una clandestinidad, está proponiendo una perspectiva y lenguajes narrativos y discursivos que, sin duda, en la medida que los lectores se acerquen, serán significativos. Vienen cosas muy gratas, hay unos códigos y unos mundos que van a ser muy reveladores.

A.M.H.: lo otro es que, por ejemplo, ahora mi novela ‘Las Niñas’ estará en las librerías colombianas, porque la editorial Seix Barral fusionó Ecuador con Colombia. Eso será un reto muy grande porque acá nadie conoce mi obra, y será llegar a luchar de igual a igual con los escritores colombianos. En Ecuador hay gran tradición de que leemos a los autores colombianos, quizá después de Mutis y García Márquez, quienes han elevado la literatura colombiana a niveles mundiales. Pero es muy raro que en Colombia abran un libro de un ecuatoriano. Ahí hay un gran reto.

Pero será un reto bello, porque si funciona tu libro eso significará que se abren de par en par las puertas de Colombia para más escritores ecuatorianos, ¿no crees?

A.M.H.: sí, seguro.

R.S.S.: estoy de acuerdo contigo. En caso de la edición de la novela de Adolfo, permite precisamente eso, lo cual es una posibilidad no solo para que Adolfo dé a conocer sus otros títulos que ya ha publicado y que son conocidos en Ecuador, sino es la posibilidad de construir un puente que nos permitirá a los escritores, quizá a los más jóvenes, acceder a estos otros lectores.

A veces estar fuera del alcance de la luz de los reflectores tiene sus ventajas. Estar allá, en ese claroscuro, permite muchas veces ser más arriesgado, proponer mundos diferentes y traer a la vida, con las letras, relatos llenos de sinceridad, con personajes sólidos y con mil matices.

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Algo así es lo que está pasando en la actualidad con la literatura ecuatoriana, invitada especial de honor a la Feria Internacional del Libro de Cali, que lejos de las luminarias puestas sobre autores de países como México, Argentina e incluso Colombia, encontró tras bastidores un lugar tranquilo al lado para crear y recrearse a sí misma.

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PUBLIMETRO dialogó con Adolfo Macías Huerta y Raúl Serrano Sánchez, dos de los escritores más reconocidos, galardonados y respetados del país hermano, quienes por estos días estuvieron en Cali presentando sus más recientes libros.

Conversación con dos heraldos de las letras ecuatorianas, ese mundo cercano pero desconocido que está más allá del puente Rumichaca.

Ustedes ambos son ganadores del Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara, quizá el más importante de las letras en Ecuador. ¿Cómo definen en sus propias palabras sus libros, su estilo narrativo?

Adolfo Macías Huerta: yo diría que mi novela es una novela psicológica, porque pongo mucho acento en la subjetividad de los personajes, en los dramas personales antes que en las situaciones sociales que rodean estos dramas. Tiene que ver muchas veces con procesos de crisis de identidad, existenciales, problemas de soledad, abandono, crisis de relaciones, etcétera.

Hay escritores que se mueven muy en el ámbito del lenguaje. Su literatura parece oral, con mucho ritmo y muchas imágenes. En cambio, yo tengo una literatura muy sobria, muy objetiva, ¿no? En ese sentido, muy clásica: de poder describir las acciones, poder narrar las escenas de manera muy cinematográfica, incluso. Es un estilo muy sobrio, aun cuando las temáticas son habitualmente muy fuertes y muy personales, donde se relacionan muchas veces con la violencia, el maltrato. Es una elección estilística, porque si tú quieres conmover a una persona con una imagen fuerte, descríbela como si estuvieras describiendo una silla. Es decir, con la mayor objetividad y sobriedad. Eso hace esa escena aún más fuerte. En mi caso pasa eso.

Raúl Serrano Sánchez: yo diría que mi narrativa, por lo menos en el libro que acabo de presentar acá en la Feria, es un conjunto de cuentos que trabajan estos elementos que tienen que ver con la constante de la literatura, de la ficción, que son abordar la soledad, el olvido, la incomunicación, los esfuerzos que la gente hace en estos tiempos para ver cómo entenderse, a pesar de que habitan territorios muy estrechos y eso les impide poderse identificar en una posible forma adecuada de entenderse. También me gusta abordar el tema de los mitos de infancia, en mi caso, ídolos del cine como Marilyn Monroe, quien para mí es una diosa, y Julio Jaramillo, que es un referente de la música popular de Ecuador y América Latina.

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¿Cómo fueron sus acercamientos a las letras? ¿Por qué Adolfo y Raúl tomaron la decisión de dedicar sus vidas a escribir?

A.M.H.: en mi caso, yo escribo desde los 12 años de edad. En el colegio, en el cuaderno de matemáticas por detrás, lo ya escribía cuentos y fábulas y cosas, hasta que un día un profesor descubrió eso y lo leyó en voz alta, burlándose delante de toda la clase. Todos los niños estallaron en risa del cuentito que había escrito.

Como el profesor de ‘The Wall’ de Pink Floyd, pues…

Sí, hizo que me avergonzara de escribir y lo metiera más adentro todavía, que se convirtiera en una actividad prohibitiva y secreta de mi vida, que no podía mostrarla a nadie. Como si fuera una vergüenza. Y así lo llevé por mucho tiempo. Luego, tuve una serie de crisis existenciales ligadas a dramas familiares, y en ese momento tuve dos encuentros reveladores con un par de libros; ‘Demian’ de Herman Hesse y ‘Sobre héroes y tumbas’ de Ernesto Sábato. Ambos libros tienen dos personajes que yo sentía que se parecían mucho a mí, yo leo estos libros y siento estarme viendo a un espejo. Me veo reflejado y entiendo estos procesos personales de los personajes. Sus sufrimientos eran mi sufrimiento y de alguna manera esto me conmovía. Me dije: “¡esto es grandioso! En algún lugar del planeta hay dos personas que me conocen a mi mejor que yo mismo”. Para la edad que yo tenía, esos libros me mostraban cómo yo era. Entonces ahí me dije: “yo quiero ser escritor”. Tenía entonces 19 años. Desde entonces no he parado.

¿Y en tu caso, Raúl?

R.S.S.: yo estaba terminando la escuela y para mi padre le compró unos libros a un muchacho que se los había robado. Este chico se los vende de oportunidad. Es una caja que traía los grandes autores de novelas de aventura, como Julio Verne y Edmundo de Amicis, con un libro icónico como lo es ‘Corazón’. Fue muy significativo para mí, porque me demostró algo: que la palabra es un instrumento que te permite muchas cosas, una de ellas es la evasión. Con las palabras podías desdoblarte y convertirte en otras cosas. Esa magia de la literatura me pareció peligrosa pero absolutamente seductora.

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Hablemos sobre los libros de su autoría que ustedes dos presentaron y que se están vendiendo acá en la Feria Internacional del Libro de Cali…

A.M.H.: invito cordialmente a los lectores a leer una serie de suicidios, narrados en ‘Pensión Babilonia’. Es una novela en la que se plantea la existencia hipotética de una sociedad secreta que convierte al suicidio en un arte escénica con espectadores. La otra novela es ‘Las Niñas’, que son cinco relatos entrecruzados que tienen relación con la infancia y en particular con el tema del abuso infantil.

R.S.S.: la invitación por mi parte es que los lectores de Cali visiten la Feria, se integren y aprovechen este espacio tan valioso que se forma en la ciudad, donde no solo se encuentran libros sino que hay espacio para dialogar con los escritores. Mi libro se titular ‘Lo que ayer parecía nuestro’, es un libro de cuentos que pueden conseguir en la carpa de la Librería Nacional. Tienen temáticas diversas, pero giran en torno a la idea de la reconstrucción de la memoria, personajes que hablan de sus soledades y sus crisis de amor y de identidad, incluso sexual y de género.

¿Cómo se han sentido en Cali?

R.S.S.: para mí resulta muy grato estar en Cali, porque es una ciudad que siempre quise conocer. Más aún, estar en la calidad en que me invitan ahora. Es la ciudad de Andrés Caicedo, un autor al que he leído y quien me agrada mucho. Yo creo que ha impactado mucho a los autores ecuatorianos de las últimas generaciones. Resulta muy grato estar en el ámbito y el territorio que habitó Caicedo. Lamentablemente el tiempo es corto.

A.M.H.: sí, hubiésemos querido quedarnos más para conocer más de toda esa Cali caicediana y ese espíritu de ciudad juvenil que sigue vivo acá.

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